Los creyentes del sistema piensan y actúan sin conciencia, debido a la propaganda dictada por una élite.
En el sistema capitalista las posibilidades de supervivencia del individuo se limitan al pensamiento estratégico y especulativo.
La estrategia psicológica que desarrollará el sujeto estará sujeta y
previamente establecida en el marco de unas normas impuestas en el
hábitat en el que tendrá que interactuar con sus semejantes para poder
sobrevivir. Esta estrategia psicológica para poder sobrevivir vendrá
determinada por su carácter y por su grado de adaptación y asimilación
dentro del sistema, esto es, por la propaganda que dicta el propio
sistema.
Las capacidades adaptativas del sujeto quedan limitadas en el sistema que interactúa.
Las facultades creativas del individuo quedan muy reducidas o directamente anuladas por el pensamiento impuesto desde arriba.
El pensamiento del hombre por lo general suele ser unidireccional,
esto sucede debido al afán por el beneficio material dentro de un
sistema que prima en esencia el valor del dinero y que trabaja por y
para el capital (trabajo asalariado), y de cualquier forma que le
reporte algún tipo de ganancia o de cualquier otra índole, el interés
particular del hombre en este campo es vital para su supervivencia.
En una sociedad jerarquiza el hombre sólo busca medrar a costa de
sus semejantes, para eso tiene que competir e intentar anular a su
adversario.
Las técnicas psicológicas que utliliza el sujeto para poder
sobrevivir se reducen al pensamiento especulativo y estratégico que
dictan las normas del sistema.
El pensamiento estpeculativo y estratégico crean conflictos
internos en el individuo y acaban derivando en las relaciones que tienen
y tendrán con sus semejantes.
Las relaciones humanas en este sistema generalmente son producto
del odio en mayor o menor medida que se dan entre sus miembros, la
intensidad del odio vendrá determinada por varios factores: el ambiente,
la cultura, la propaganda, el carácter del individuo, el afán de bienes
materiales, el afán de fama, el de medro, etc.
La sociedad del odio es la que más favorece a los intereses de la élite de poder para poder controlar y dirigir a sus súbditos.
El pensamiento especulativo y estratégico del hombre se debe al
interés por los bienes materiales, por el dinero y por la fama que ha
impuesto una élite de poder capitalista que ha limitado el campo
espiritual del hombre y sus relaciones a una faceta donde las religiones
mayoritariamente sirven de chivo expiatorio para perdonar las actos
cometidos por los creyentes del sistema.
Las relaciones humanas se mercantilizan debido fundamentalmente a
la propaganda impuesta desde el poder y al interés del sujeto por el
dinero.
El odio es el motor que pone en marcha y mantiene en funcionamiento el sistema capitalista.