In LSD Veritas -

Benvinguts al meu racó.


Todo está sujeto a interpretaciones, por lo tanto la realidad es subjetiva y las formas de pensar y vivir son caóticas y conflictivas. El pensamiento enmascara a menudo la verdad de los hechos. La realidad ya no puede ser objetiva. Todo pasa por el filtro del pensamiento y el individuo deja de observar los hechos tal como son.

martes, 29 de marzo de 2016

Suicidio de Mickey Mouse - (1930)

                                           La verdadera cara del Capitalismo.

                    "LAS VISTAS DEL INFIERNO TRAERÁN DE VUELTA A LOS ESPECTADORES"



viernes, 25 de marzo de 2016

Algunas reflexiones sobre el fetichismo de la mercancía, el dinero y el Poder.




El culto a la imagen o al Yo en la sociedad capitalista en su faceta psicológica determina el carácter del individuo, es de decir, su pensamiento y voluntad son producto de agentes externos que invaden su espíritu a partir del fetichismo de la mercancía y el dinero que le otorgan poder (para la lucha por la supervivencia y adaptación al sistema de dominación) y a la vez se reflejan en él para cosificarlo como objeto para la pugna (a veces fingida y otras no) y consolidación de otros sujetos (detentores minoritarios del Capital) por el Poder absoluto.

Si te quitan la libertad te quitan la dignidad, si te que quitan la dignidad te quitan la humanidad, si te quitan la humanidad te quitan la vida.

El dinero, o para ser más exactos, la acumulación de éste, representa y proporciona la seguridad que causa la falta de confianza en uno mismo y en el prójimo.

Por muy limitadas que sean las habilidades, cualidades o el pensamiento de un individuo, la potencia creadora que haya en él y que lo distinguen de sus semejantes, será lo suficientemente necesaria para trabajar de forma autónoma y no depender de ningún agente externo, ya sea del empresario o Estado como trabajo asalariado en la actual producción capitalista.

La imposición de ideas llevada a cabo por la Autoridad (que ejerce el monopolio de la información) suprime la libertad de pensamiento y genera conflicto entre los hombres, un nuevo derecho basado en la igualdad tendría que prescindir de la Autoridad y desarrollar nuevas formas de relación basadas en el equilibrio de las ideas.

Una de las causas del miedo a la muerte es una vida sin sentido.

El capitalismo se consolida por la meritocracia que representa a los mejor adaptados de la sociedad al sistema de dominación.

El Poder es consecuencia del miedo.

En la pugna por el Poder las élites necesitan la connivencia de la mayoría para el gobierno de la sociedad.

Sé el autor de tu vida.



jueves, 24 de marzo de 2016

Fernando Montero - Anarquismo CNT- La Clave (1984)

Profesiones inhabilitantes - Ivan Illich


               
                                                        Profesiones dominantes

Consideremos en primer lugar el hecho de que los cuerpos de especialistas que hoy dominan
la creación, adjudicación y satisfacción de necesidades constituyen un nuevo tipo de cártel o
agrupación de control. Están establecidos con más arraigo que una burocracia bizantina, son
más internacionales que una Iglesia universal, más estables que un sindicato industrial de la
misma rama y están dotados de competencias más amplias que las de cualquier chamán y de
un poder sobre lo que ellos dicen ser víctimas mayor que el de cualquier mafia.


Sin embargo, los nuevos especialistas organizados deben ser cuidadosamente
distinguidos de los estafadores y chantajistas. Por ejemplo, los educadores dicen ahora a la
sociedad lo que hay que aprender y están en condiciones de quitar todo valor a lo que ha sido
aprendido fuera de la escuela. Al establecer esta clase de monopolio, que les permite
impedirnos ir de compras a otra parte y emborracharnos a nuestra manera, parecen en un
primer momento acomodarse a la definición que el diccionario da del gángster. Pero el
gángster acapara en provecho propio una necesidad básica controlando los suministros. Hoy
los doctores y los asistentes sociales —como antes sólo lo hacían los sacerdotes y los
juristas— consiguen poder legal para crear la necesidad que, por ley, únicamente ellos están
autorizados a satisfacer. A diferencia de las profesiones liberales de ayer, que proporcionaban
el respaldo ético a vendedores ambulantes de elevada posición, las nuevas profesiones
dominantes pretenden ejercer el control de las necesidades humanas, tout court. Convierten el
Estado moderno en una corporación de empresas de control, que facilita la operación de
certificarse sus propias competencias: necesidades iguales son asignadas al cliente-ciudadano,
tan sólo para ser satisfechas en un juego de suma cero.


El control sobre el trabajo no es un fenómeno nuevo. El profesionalismo es una de las
múltiples formas que ha adoptado el control sobre el trabajo. En tiempos pasados, los
soldados mercenarios se negaban a combatir hasta que obtenían el permiso de saquear.
Lisístrata organizó conciliábulos femeninos para imponer la paz rehusando a los maridos el
sexo. Los doctores de Cos se comprometieron bajo juramento a no comunicar los secretos de
su oficio más que a sus descendientes. Los gremios fijaron el curriculum, las oraciones,
pruebas, peregrinaciones y novatadas por las que Hans Sachs tenía que pasar antes de que se
le permitiera hacer zapatos para sus conciudadanos. En los países capitalistas, los sindicatos
tratan de regular quién ha de trabajar durante qué horas y por qué salario mínimo. Todas las
asociaciones laborales son intentos, hechos por quienes venden su trabajo, de determinar
cómo se debe realizar ese trabajo y por quién. Las profesiones también hacen esto, pero van
más lejos: deciden lo que debe hacerse, a quién y cómo se han de imponer sus decretos.
Afirman poseer una autoridad especial e incomunicable para determinar no sólo la forma en
que hay que efectuar las cosas, sino también la razón por la que sus servicios son
obligatorios. Muchas profesiones están hoy tan desarrolladas que, además de ejercer tutela
sobre el ciudadano convertido en cliente, determinan la configuración de su mundo,
convertido en pabellón de cárcel u hospital.

Descargar texto: "Profesiones inhabilitantes"

lunes, 21 de marzo de 2016

El fetichismo de la mercancía: Fredy Perlman.




Así, el trabajo, en la sociedad capitalista, es un trabajo cosificado, es trabajo convertido en una cosa.

El trabajo cosificado de la sociedad capitalista, la fuerza de trabajo abstracta, homogénea, que el
capitalista compra por un precio se cristaliza, se congela, en mercancías de las que se apropia el
capitalista y luego vende en el mercado. El trabajador literalmente aliena, enajena su poder creador, lo vende. Puesto que el poder creador se refiere a la participación consciente del individuo en la formación de su medio material, puesto que el poder de decidir está en la raíz de la creación, sería más exacto decir que el poder creador simplemente no existe para el trabajador alquilado, en la sociedad capitalista.

Es precisamente el poder de crear sus circunstancias lo que el trabajador vende al capitalista; es
precisamente este poder del que se apropia el capitalista, no sólo en la forma del tiempo de trabajo
homogéneo que compra por un precio, sino también en la forma del trabajo abstracto que se congela en las mercancías. Este trabajo cosificado, este trabajo abstracto que se cristaliza, congela, en
mercancías, “adquiere una forma social determinada” en la sociedad capitalista, o sea la forma del
valor. Marx: “hace de la ‘forma del valor’ el objeto de su examen, o sea, el valor como la forma social del producto del trabajo, la forma que los economistas clásicos daban por sentada...” (Rubin).
Así, mediante la teoria del fetichismo de la mercancía, el concepto de trabajo cosificado se convierte en el vínculo entre la teoría de la alienación de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 y la teoría del valor de El capital.

La explicación de Marx del fenómeno de la cosificación, o sea del hecho que el trabajo abstracto adopte la “forma del valor”, ya no está concebida en términos de los hábitos de la gente, sino de las
características de una economía mercantil. En El Capital, Marx señala que las relaciones entre las
personas se realizan a través de las cosas, y que este es el único medio por el cual pueden realizarse
en una economía productora de mercancías:
“la conexión social entre la actividad laboral de los productores individuales de mercancías sólo se
realiza mediante la igualación de todas las formas concretas de trabajo, y esta igualación se lleva a
cabo en la forma de una igualación de todos los productos del trabajo como valores” (Rubin).

Esto no sólo es cierto para las relaciones de capitalistas como compradores y vendedores de los
productos del trabajo, sino también para las relaciones entre capitalistas y obreros como compradores y vendedores de fuerza de trabajo. Debe observarse que en la economía mercantil el trabajador mismo es un productor de mercancías “libre e independiente”. La mercancía que él produce es su fuerza de trabajo; produce esta mercancía, comiendo, durmiendo y procreando. En el lenguaje de David Bicardo, el “precio natural del trabajo” es ese precio que permite a los trabajadores “subsistir y perpetuar su raza”, o sea reproducir su fuerza de trabajo. El obrero vende su mercancía en el mercado de trabajo bajo'la forma de valor y, a cambio de una determinada cantidad de su mercancía, la fuerza de trabajo, recibe una suma determinada de valor, es decir, dinero, que a su vez cambia por otra suma de valor, o sea, bienes de consumo.


Cabe señalar que el trabajador no cambia poder creador por poder creador. Cuando el obrero vende su fuerza de trabajo como trabajo abstracto bajo la forma de valor, aliena totalmente su poder creador. Cuando el capitalista compra una cantidad determinada de la fuerza de trabajo del obrero, digamos, Ocho horas de fuerza de trabajo, no se apropia solamente de una parte de esa cantidad, por ejemplo, cuatro horas, bajo la forma de trabajo excedente; el capitalista se apropia de las Ocho horas de la fuerza de trabajo del obrero. Esta fuerza de trabajo, entonces, se cristaliza, se congela, en una cantidad determinada de mercancías, que el capitalista vende en el mercado, que cambia como valores por sumas equivalentes de dinero: Y lo que el trabajador obtiene por su fuerza. de trabajo alienada es una suma de dinero “equivalente en valor” a la fuerza de trabajo. Esta relación de intercambio de “valores equivalentes”, o sea el intercambio de un determinado número de horas de fuerza de trabajo por una suma determinada de dinero, oculta un aspecto cuantitativo, tanto como cualitativo, de la explotación.

El aspecto cuantitativo fue tratado por Marx en su teoría de la explotación, desarrollada en el tomo I de El Capital. La suma de dinero que el capitalista recibe a cambio de las mercancías que vende en el mercado es mayor que la suma que gasta para la producción de las mercancías, lo cual significa que el capitalista se apropia de una plusvalía en la forma de ganancia. El aspecto cualitativo fue tratado por Marx en su teoría de la alienación, y luego desarrollado en la teoria del fetichismo de la mercancía. Los dos términos de la relación de equivalencia no son cualidades equivalentes; son de especies diferentes.

Lo que el obrero recibe a cambio de su poder creador alienado es un “equivalente" sólo en una economía mercantil, donde el poder creador del hombre está reducido a una mercancía comerciable y es vendido como valor. A cambio de su poder creador el obrero recibe un salario o sueldo, es decir, una suma de dinero, y a cambio de este dinero puede comprar productos del trabajo pero no puede comprar poder creador. En otras palabras, a cambio de su poder creador el trabajador obtiene cosas.

Así,cuando Marx habla de la apropiación capitalista de la “plusvalía” o “trabajo excedente”, se refiere al aspecto cuantitativo de la explotación, no al aspecto cualitativo. Cualitativamente, el trabajador aliena la totalidad de su poder creador, su poder de participar conscientemente en la formación de su medio material con las fuerzas productivas que hereda del desarrollo tecnológico anterior. Esto significa que “es verdad que los hombres alquilan sus servicios por un precio” (Samuelson), y como resultado de esto, “cuanto menos seas tú, cuanto menos exterioríces tu propiavida. más tendrás, mayor será tu vida enajenada".


Descargar texto: "El fetichismo de la mercancía"




miércoles, 16 de marzo de 2016

Estado, corrupción y sociedad.









El Poder del Estado en el sistema democrático es omnipresente en tanto en cuanto puede aparecer en cualquier sitio según su interés, esperando el momento favorable para la aplicación de las leyes que regulan la corrupción de la sociedad, de este modo legitiman su existencia y fungen a la vez que fingen la protección de sus súbditos.


El Poder del Estado es directamente proporcional a la corrupción de la sociedad a gobernar, es decir, a sociedades más corruptas, más Poder tendrá el Estado para promulgar, legislar y aplicar más leyes a sus súbditos, siempre siguiendo unas directrices predeterminadas por la élite que está al mando del Estado.


Cabe destacar que en el fenómeno de la corrupción de la sociedad interactúan varios factores, siendo el Estado uno de los principales actores de esta tragedia, en la que el individuo sin menos recursos es el más desfavorecido del sistema, porque es el Estado quien regula buena parte (sino toda) de la actividad social, política y económica de la sociedad en general, estableciendo las leyes y por ende las normas de conducta del individuo sometido, que se encuentra con muy pocas posibilidades de poder hacer otra cosa que no sea perjudicial para el Poder encarnado en el sistema de dominación que lo componen en buena medida; una inmensa mayoría de los súbditos y sus amos: la élite de Poder.

lunes, 14 de marzo de 2016

Memoria Viva- Antonio J. García de Quirós Rodríguez




La Confederación Nacional del Trabajo consiguió la jornada de 6 horas en el campo andaluz en el año 1936. Años antes había sido pionera a nivel internacional en la consecución de derechos laborales como la jornada de 40 horas semanales, el reconocimiento de la edad de retiro obrero, la erradicación del trabajo infantil o la reivindicación de los derechos de las mujeres trabajadoras. .
Esta memoria colectiva nos lleva a la fundación en 1910 de la Confederación Nacional del Trabajo, siguiendo por sus luchas sociales más sobresalientes como la jornada laboral de las ocho horas, la revolución social que acompañó a la Guerra Civil, la represión y el exilio, la dictadura franquista, la Transición y hasta la época contemporánea.
Un documental que muestra una trayectoria de 100 años de lucha llegando al siglo XXI con más preguntas que respuestas: ¿Está todo perdido?¿Qué queda por hacer?






Memoria Viva / Living Memory from GuerrillARTFilms on Vimeo.


Fuente: http://www.guerrillart.net/

viernes, 11 de marzo de 2016

De la necesidad de que el anarquismo toque el suelo - Ruymán Rodriguez - (Federación de Anarquistas Gran Canaria)






Decía Malatesta (Congreso de Amsterdam, 1907), que la revolución anarquista “sobrepasa con mucho los intereses de sólo una clase” y que pretende la liberación de la humanidad entera. Coincido, pero no podemos negar que habrá unos que serán los interesados en conseguir esa liberación integral y otros los que se opondrán. Dable es también pensar que los más partidarios deberían ser, además de los concienciados, los que más tienen que ganar si las cosas cambian, y que los que más se oponen son los privilegiados, junto a todas esas innumerables víctimas del Síndrome de Estocolmo que desgraciadamente han fabricado con sus escuelas y televisores.

Si pretendemos subvertir las cosas no se hace difícil suponer dónde está nuestro lugar de trabajo. Sin embargo, y es triste decirlo, la mayoría de actividad que generamos ni siquiera gira en torno a ese objetivo.

El anarquismo siempre ha tenido una sensibilidad múltiple, interesada por todas las formas de belleza y sufrimiento. De ahí surge su riqueza. Esto se plasmaba en la filosofía, en libros de vivisección social (como los de Godwin, Proudhon o Stirner, con mayor o menos aspiración práctica), en todas las ramas del arte y en círculos de afines. Bakunin fue de los primeros en darse cuenta de que la única forma de que transcendiera dicha corriente de pensamiento era convertirla en una corriente de acción, relacionada con las aspiraciones de los más pobres. Lo que los nihilistas rusos llamaban “volver al pueblo”. El sindicalismo que surgió después participó de la misma aspiración: sacar el anarquismo de los salones, los cafés, las máquinas de escribir, las tertulias nocturnas, los clubes de disidentes, y meterlo en el tajo, en la fábrica, en el campo.

¿Sigue el anarquismo presente en esos lugares? Después de muchas derrotas, muchas más que éxitos, el anarquismo sólo ha vuelto a la calle de forma espontánea, desnuda, ateórica, y cogiendo a la mayoría de anarquistas por sorpresa. Nos interesan las relaciones de poder, cuestionarlas, entre géneros, entre especies, entre comunidades humanas, pero ¿quién es el receptor de esos cuestionamientos?

Desarrollamos grandes teorías, tenemos prolíficos teóricos, contamos con agudos analistas, pero escribimos, pensamos y hablamos para nosotros (yo mismo lo hago ahora). ¿Cuál es nuestro interlocutor si no? Casi toda nuestra dialéctica se genera para circular entre convencidos, y gran parte de los temas que nos interesan son expuestos para gravitar en torno a gente de intereses afines, gente del “palo”, del “rollo”. Así haremos gran literatura, pero no obtendremos ni un cambio.

Los temas que nos conmueven y sobre los que indagamos demuestran nuestra sensibilidad y son importantes. Es un proceso propio de la construcción personal. Después puede ser importante contrastarlo con personas con las que compartamos simpatías, obtener un reflejo de cordura. Pero pasada esta etapa inicial es necesario saber si queremos resolver esas inquietudes, hallar respuesta real en el mundo a esas preocupaciones, o si nos basta con haber llegado a ese “grado supremo” de consciencia. Si es así y no necesitamos incidir en nuestro entorno, lo acepto. Esa es la vida del asceta extremo al que le basta con sentirse sabio ante sí mismo. Pero si esa persona escribe, edita, hace actos públicos, para tratar de cuestionar la actitud general, habrá que evaluar (después de haberlo experimentado uno mismo) si su estrategia llega a alguien o si se reduce a él y a sus allegados; más aún: si alguna vez tuvo intención de llegar a alguien fuera de su círculo próximo; y aún más: si su mensaje tiene posibilidad real de alterar la vida de la gente de a pie.

Cuando hablamos el interlocutor ideal al que nos dirigimos cobra importancia, y cuando defendemos una causa también la cobra la forma en que la defendemos y las personas a quienes desearíamos tener al lado, aquellas a quienes tratamos de llegar con nuestras palabras. Si esta elección es importante lo es más darse cuenta, en el terreno social, de un punto clave: si son los oprimidos las personas a quienes escogemos, estos hace ya tiempo que no necesitan discursos, que ni los leen ni los quieren, porque lo que les urgen son actos.

Nuestras preferencias nos definen. Todos los frentes de lucha son importantes, válidos, honrosos, pero dependiendo cómo se aborden y a quién se dirijan, unos dejarán el mundo intacto y otros al menos le harán mella.

Cuando somos incapaces de establecer prioridades, de superar la actividad netamente formativa y especulativa; cuando nuestras soluciones colectivas no pasan por trabajar desde lo que está más abajo, desde el fondo; cuando tenemos alergia al trabajo de campo en los barrios, o cuando nos llenamos la boca con sus clichés para reducir a sus habitantes a caricaturas; cuando elaboramos nuestro discurso dando por sentado en nuestros receptores un estatus mínimo o unas necesidades mínimas satisfechas (“todo el mundo tiene coche, todo el mundo tiene Internet, todo el mundo ve la tele, todo el mundo consume, nadie se muere de hambre, etc.”), cuando creemos en definitiva que existe un estándar económico, social y cultural; cuando elegimos para interactuar los problemas de forma y no de fondo, los problemas que afectan a la estabilidad y no a la supervivencia; estamos estableciendo (con independencia de si nosotros somos más pobres o más ricos) un anarquismo de clase media para gente de clase media. Ese anarquismo debe morir.

No hablo de “clase media” como clase real, no me interesa ese debate; sino como concepto psicológico. Es la mentalidad, irreal, de pertenecer al estrato estable de los ciudadanos modelo, ni muy pobres ni muy ricos, la buena burguesía. Esa mentalidad nos viene inculcada desde niños, comamos pan duro o pasteles. La he vivido de cerca: el obrero desempleado cree que sólo pasa por una mala racha y que en breve volverá a donde le corresponde, porque “él no es un pobre”; si necesita realojo, no quiere convivir cerca de indigentes; a su vez el indigente nativo no quiere vivir cerca de indigentes foráneos; y así sucesivamente. El anarquista no tiene ningún prejuicio superior o distinto a los que le rodean en su entorno.

De esta forma nos vemos apoyando lógicamente a los afectados por la hipoteca, pero incapaces de articular nada sobre inquilinos o indigentes; involucrados en defender la sanidad pública y a sus profesionales, pero muy distantes de los migrantes sin cobertura; implicados de forma muy positiva y loable en criticar los atentados al planeta y la necesidad de desmantelar la tecnificación, pero incapaces de meter en la ecuación a los que no causan más impacto en el medio que el de sus huellas descalzas sobre el asfalto.

Ya he dicho alguna vez que creo que la simple lucha por las necesidades materiales está lejos de ser la panacea de nada, y también está fuera de mi intención, aunque no se crea, criticar las múltiples variedades de reivindicación y lucha; sólo creo que la única forma de llegar a la gente es implicarse en sus carencias básicas, y que de toda la gente son evidentemente los más pobres y más numerosos los que con más urgencia requieren nuestra colaboración, y que esto es aplicable a todos los frentes de lucha, porque todos deberían adaptarse a su participación. Pienso sinceramente que esta es la única manera de que el anarquismo vuelva a la calle, vuelva a ser algo popular, y no un objeto para uso y disfrute exclusivo de una minoría.

Ciertamente llegar a la gente de a pie no es fácil, ni es garantía de ninguna transformación inflexiva. La gente a veces no cambia ni a golpes de realidad. Ser “los más pobres” es sólo un superlativo de escasez material, no de excelencia personal. Bien pueden servir nuestras herramientas de hoy para armar a las nuevas jerarquías de mañana. Por eso repito que no basta con acercarse al pueblo, que hay que implementar el trabajo creativo con el conflicto. Pero para eso antes hay que entablar contacto, romper la barrera entre el mundo militante y el popular, lograr que converjan, y esto sólo se consigue metiendo la cabeza en la realidad social de las personas reales. Partiendo de esto, no se trata de transmitir nuestras preferencias a la población, de “salvarles” obligándoles a compartir nuestras neuras o monomanías. No sirven los mesianismos, las evangelizaciones, la inoculación doctrinaria de idearios exógenos. Se trata de ver cuáles de nuestras ideas pueden incidir en sus vidas para mejorarlas, a fin de construir juntos un enclave donde también nosotros podamos desarrollarnos libremente. Se trata gráficamente de elegir entre afilar nuestras ideas para que se claven en la realidad o permitir que la realidad quiebre estas ideas embotadas por el desuso.

No escribo ni milito para hacer amigos, prefiero hacerlo para conseguir compañeros, pero si pierdo a algunos de los dos no hay drama; habrá merecido la pena.

Necesitamos un sindicalismo que no tenga como prioridad disputar las pagas anuales de los funcionarios, u otras cosas que se les escapan a los que sobreviven con 400 euros mensuales, y que se centre en movilizar a los parados y en aceptar a los trabajadores “en negro”.

Necesitamos un movimiento por la vivienda que no se cierre en el tema de la hipoteca o en apilar casas para no darles utilidad pública, sino que comparta herramientas con los inquilinos y empiece a contar con los sin techo como protagonistas y máximos damnificados.

Necesitamos un activismo social que no hable “de pobreza sobrevenida” o de gente “normal golpeada por la crisis”, sino que no sume a sus estrategias a aquellos cuya pobreza les viene de cuna y que posiblemente también la leguen como herencia.

Necesitamos un feminismo que no sea un objeto de debate intelectual o de simple denuncia teórica, sino que trabaje con los personas forzadas a prostituirse, las chicas de los barrios marginados embarazadas desde la adolescencia, las que se ven en situación de indigencia cuando salen de las casas de acogida y todas aquellas mujeres ignoradas por desposeídas que son las más plurigolpeadas por el heteropatriarcado.

Necesitamos un anti especismo que no se conforme con dar charlas para afines en circuitos cerrados o con formar a través de la web, sino que pueda ofrecer una verdadera alternativa alimenticia a los hambrientos, expropiando tierras abandonadas y ofreciendo herramientas que demuestren que subsistir sin matar es posible y asequible.

Sean cuales sean nuestros intereses, no tendrán repercusión real hasta que se dirijan a cambiar la vida de los que hasta ahora no cuentan para casi nadie. Sí, me complace que mucho de lo que reivindico se esté haciendo a pequeña escala, como las asambleas de parados, los sindicatos de manteros, la colaboración con inquilinos, el trabajo con personas víctimas de la prostitución, okupar tierras y repartir hortalizas, etc., pero si destaco la necesidad de incidir en esa vía es porque considero que aún es testimonial en nuestro movimiento.

Hablo además desde la experiencia personal. Nuestros libros y discursos no llegan a la gente que más podrían necesitarlos, porque es posible y lógico que además ni les interesen. No nos siguen por las redes sociales, ni acuden a nuestras charlas y jornadas. La única forma de implicarse es participar de sus necesidades reales y adaptar lo que queremos compartir con ellos a dichas necesidades. Ofrecerles soluciones tangibles e inmediatas a problemas que no son teóricos, ni éticos ni morales, sino de pura supervivencia.

Algunos grupos de la FAGC al principio de nuestra andadura hicieron campañas de apostasía o contra Monsanto. Nadie dice que no sean temas importantes, pero cuando entramos en contacto directo con gente con problemas de emergencia vital nos planteamos: ¿es útil para estas personas que les demos un folleto sobre transgénicos cuando están comiendo pan mohoso que mojan en una fuente?, ¿es necesario que les digamos que apostaten cuando buscan cartones reciclados porque esta noche viene lluvia? Nos dimos cuenta de que les estábamos hablando a estas personas en un lenguaje totalmente alienígena para ellos, de que la división que se establecía entre nuestras aspiraciones y sus necesidades era insalvable, de que el anarquismo secular estaba a miles de kilómetros de la calle, como lo está el Everest de la costa. Se hizo imperativo cambiar de estrategia.

Cuando la FAGC estaba en su segunda etapa de expropiación de tierras (Proyecto “Tierra y Libertad”) conseguimos que se sumara gente sin ideología definida. Estaban ahí por necesidad material, no por afinidad a nuestras ideas. Conseguimos enrolarlos en las dinámicas de nuestras asambleas y que tomaran parte de las decisiones colectivas. Cuando los conejos y los lagartos empezaron a atacar las cosechas muchos de nosotros, veganos y anti especistas convencidos, nos vimos incapaces de hacerles entender que dichos animales no eran ninguna plaga, que estaban ahí antes que nosotros. Cuando una persona te dice que no tiene nada en la nevera y que esos animales no se van a comer el pan de sus hijos, aquello por lo que lleva meses luchando, te quedas desarticulado y te sientes ridículo al intentar discutir. La única opción era ofrecer una alternativa viable, algo que permitiera sacar la producción adelante sin tener que generar sufrimiento. Fue así como descubrimos a Fukuoka, los métodos no invasivos que aconseja para evitar los ataques de animales (pimienta de cayena), etc. Cuando la gente obtuvo una solución real y eficiente al problema, ya no necesitaron contemplar otras medidas. Podíamos habernos enrocado, llamar privilegiados y esclavistas a gente que carecía de recursos y que obtenían gran parte de su alimento de nuestro proyecto, o podíamos trabajar para ofrecer alternativas prácticas y caminos secundarios transitables.

En la Comunidad “La Esperanza” debemos reconocer que todos nuestros esfuerzos para desmontar de forma teórica el machismo imperante fueron un fracaso. Los talleres y charlas no eran funcionales, la contribución de una compañera psicóloga que quería dar herramientas de refuerzo no tuvo continuidad por falta de asistencia. Si algunos pidieron libros sobre anarquismo, jamás mostraron interés por libros específicamente feministas. Más allá de frases compartidas y manifestaciones que hicimos en asamblea, el feminismo verbal moría en nuestra boca. El vivencial sí tuvo más recorrido. No era sólo dar ejemplo con nuestras actitudes, sino implicar a las mujeres en labores atribuidas culturalmente a los hombres. Esta medida funcionó y las mujeres se convirtieron en interlocutores de referencia a la hora de abordar casi todos los problemas comunitarios, perdiendo su papel subalterno.
En definitiva, hablo de lo vivido. Desmantelar la jerarquía, desmontar las relaciones de supeditación, deconstruir las formas de dominio genérico, étnico, especista, laboral, cultural, económico, parte necesariamente por socializar herramientas de emancipación, evitar que sigan orbitando por los mismos limitados ambientes, adaptarlas a las necesidades diferenciadas de los de abajo y dejar que sean ellos los que las hagan propias y usen a su antojo.

No basta con trasladar nuestro discurso a otro ambiente; hay que disolverlo como teoría muerta y reconstruirlo como medida práctica y útil. Hay que hacer que el anarquismo deje de ser un artículo de lujo para iluminados, un fetiche de consumo académico, un artefacto especulativo para aburridos con remordimientos de consciencia. Hay que llevarlo a la calle y ponerlo sobre los adoquines. Puede que esto duela, que haya quien se sienta incómodo trasladando su mesa de trabajo de su cabeza, su local y su ambiente al parque público de un barrio, pero que eso escueza es sintomático. Si decimos que los hombres deben renunciar a sus privilegios de machos y los humanos a sus privilegios de especie, algunos anarquistas deben renunciar a sus privilegios de clase.

Todo consiste, en definitiva, en que el anarquismo vuelva a tocar el suelo.





Ruymán Rodríguez



http://www.anarquistasgc.net/







Reflexiones varias.






Como la información es poder y el gobierno manipulación, la conciencia (que es lo contrario al poder de manipular), es la capacidad del individuo de tomar decisiones que otorga la autonomía de ser consciente de la libertad que implica la verdadera independencia e interdependencia.

Como el pensamiento es por lo general información, la conciencia es lo contrario al pensamiento y no está supeditada a la información. La conciencia es el no pensamiento al ser anterior a la información e implica la capacidad de discernir la cualidad de las cosas y su utilidad no como pensamiento sino como intuición e inteligencia.


Hay que sospechar en buena medida de los mitos, si éstos han trascendido a la opinión pública es porque ha habido un interés del Poder en crear la imagen de la figura del mito al erigirse como autoridad para el control de las masas.


Si el principio de libertad se adquiere por defecto, ésta se fundará en la negación de la cultura, la religión, las costumbres, las tradiciones y de la política como imposición en base a cualquier autoridad, ya provenga de un individuo o colectivo que se arrogue el derecho a dictarlas.


El gobierno de la sociedad implica antes el auto-gobierno del individuo, sin éste no puede haber aquel, porque no es lo mismo el gobierno de la sociedad o de todos que el gobierno del Estado o de una élite de Poder.

La complicidad de la autoridad y del individuo o del pueblo se ve reflejada en su máximo representante, que es el Estado.

Si hemos nacido para ser libres debemos decir la verdad sin temer las consecuencias que pueda provocar, de lo contrario nuestras vidas se convierten en un auto-engaño y una farsa de la que somos cómplices en su totalidad, al ocultarla en la ilusión de nuestros pensamientos y acciones individuales.


Lo que hace de la ley una norma y obligación a cumplir es el consenso de la sociedad.


La ley es a la tradición lo que el engaño a la traición.

Desengañate: no eres sincero contigo mismo.

La ley deviene en obligación y obediencia cuando existe autoridad.

La ley de la conciencia va más allá del bien y del mal.

jueves, 3 de marzo de 2016

Internet como herramienta del Poder.



La cualidad de internet es la de crear una realidad virtual paralela a la cotidiana, en la que la línea divisoria que las separa se estrecha cada vez más, y en la que finalmente se acaban superponiendo, dibujando finalmente una realidad que a la vez que es ilusoria y falseada por el medio emisor, desfigura la realidad cotidiana invadiéndola constantemente de imágenes virtuales para invertir la visión del mundo.
La capacidad de generar y almacenar información en internet complejiza y fragmenta la realidad, con lo cual se divide cada vez más al individuo y por lo tanto las relaciones pierden su cualidad cuantitativa y cualitativa.
El mundo tecnológico crea individuos (1) con una visión distorsionada y falseada de la vida real y fomenta la consecución de seres desprovistos de vida pública al fragmentarse por el uso y consumo cada vez mayor de internet en la vida privada. 
El uso lúdico de internet aparte de ser un medio de entretenimiento y de evasión, reduce la capacidad de contestación y de compromiso, con lo cual la conciencia también se ve mermada de sus facultades facilitando de este modo la inactividad y la desidia para la creación.
Podemos concluir, que el uso lúdico y abusivo de internet perpetua el sistema de dominación, crea seres dependientes y fagocita sus potencialidades creativas, destruye su capacidad de análisis y observación de la realidad, y lo reduce a la pasividad que el Poder quiere como súbdito condescendiente y a la vez sumiso, en sí, una aberración de la naturaleza que consiente el fomento, la consecución, y consolidación del Poder instituido como modus vivendi.
 
1. El individuo como indica la acepción del término en su naturaleza y esencia es un ser indivisible, es decir, al nacer permanecen sus cualidades intactas como ser único y diferente en cuanto a su pensamiento, si se divide éste a lo largo de su vida es porque al tener que sobrevivir en el sistema de dominación tiene que aceptar las reglas de juego que le impone el Poder que finalmente le acaba corrompiendo en base principalmente a una autoridad que tiene que obedecer y que lo destruye como ser humano para convertirlo en súbdito sumiso y corrompido.