La digitalización nos ha convertido en las mercancías de un futuro con menos recursos naturales y energéticos.
Lo que no se imaginaba Marx es que el Capitalismo no iba a colapsar por sus propias contradicciones sino que va a mutar en un sistema híbrido (tecnocapitalista) de mayor control y opresión debido a los avances científico-tecnológicos.
Vivimos en una de las peores épocas de la Historia en tanto en cuanto los valores se han invertido con el pasado más próximo, si antes había pobreza material se compensaba con ciertas dosis de espiritualidad en comparación con el presente que existe una miseria espiritual sin precedentes, aunque de momento pueda haber una cierta disposición económica relativa que tardará poco tiempo en menguar.
Hemos entrado en la era de la civilización del absurdo, ya nada parece tener sentido. Impera la hipocresía para poder sobrevivir, ese es el imperativo categórico de la civilización moderna.
El concepto de patria queda deslavazado por la multitud de ideologías que convergen dentro de una misma nación de marera que proclamar la importancia de su significado debe de pasar irremediablemente por la institución que la representa; el Estado, como garante de su existencia y consolidación para poder perpetuarse.
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