La ausencia de estrategia del movimiento obrero y más concretamente de la inmensa mayoría del anarcosindicalismo con el apoyo a la huelga feminista para aumentar el salario y los derechos sólo de las mujeres pone en tela de jucio el fracaso de la totalidad de la "clase obrera" como fuerza para contrarrestar los embates contra el Capital privado. El Estado impone su dominio y se erige como juez en una contienda que parece no tener fin en el seno de los intereses particulares de la "clase obrera" debido a la fragmentación de los trabajadores asalariados entre profesiones, géneros, categorías e ideologías.
Las divisiones y sub-divisiones dentro de la clase obrera la convierte en una masa fácil de manipular por los medios de comunicación de masas. El interés por la emancipación del trabajador desaparece en arás de la seguridad económica y la seducción por el poder que promueven la jerarquización dentro de las empresas y el Estado.
La demanda obrera de repartir el trabajo en el seno de los asalariados disminuyendo la jornada laboral es ya un utopía solo realizable por el Dios Estado. Así se justifica a si mismo como Juez todopoderoso ante los problemas que no sabe o no quiere solucionar la sociedad en general.
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