Los Estados policiales que surgen de las democracias son los garantes del tráfico de drogas a escala mundial, el mercado negro no deja de ser un asunto de Estado para que los gobiernos de turno que aplican sus políticas para el control de la droga en diferentes territorios sustenten una parte de la economía sumergida de los países ya sean productores o consumidores. La paradoja que se da en diferentes Estados entre el tráfico ilegal de armas y drogas nos ayudará a entender la cuestión del asunto, así vemos que en los países de occidente la producción de armas deriva también en el tráfico ilegal destinada por ejemplo a países de Centroamérica y Sudamerica, como México y Colombia entre otros, que son a la vez los principales productores y exportadores de droga. Un caso paradigmático en la producción de opio (del que se fabrica la heroína) lo representa Afganistán, que después de la invasión de los EEUU aumentó de forma considerable sus hectáreas de cultivo.
Otro punto de vista a mencionar en el control de la droga por los Estados es el de la concentración en la distribución de la misma, en el Estado español cuando gobierna el Partido Popular la política es la de consolidar por parte de unos pocos traficantes su distribución en el mercado, con lo que se hace más fácil su control, en cambio cuando gobierna el Partido Socialista la política que ejerce sobre el control de las drogas tiende a compartir entre más traficantes la totalidad de la distribución en el mercado global, con lo cual la riqueza que genera el negocio se amplia y se reparte mucho más, no obstante, la ilegalidad de cierto tipo de drogas por parte del Estado no deja de ser una forma subliminal de cargar con mayores tasas de impuestos a los consumidores de estas sustancias. Los beneficios que reporta dicho negocio son pingües, de no serlo, con seguridad la droga ilegal al uso pasaría a la legalidad para formar parte del mercado en cualquier establecimiento.
Otro dato curioso, es el del precio en la calle de drogas como el de la heroína o la cocaína, que pese a la crisis se han mantenido durante mucho tiempo (más de dos décadas en el Estado español), hay que considerar este dato porque el precio final lo estipulan los estados-productores y los estados-receptores que siguen inundando de droga a la población, facilitando su manipulación por doble partida, en la económica haciéndola pagar un mucho más de lo que realmente cuesta, y después psicológica y socialmente sumiéndola en la esclavitud inherente que trae consigo el consumo habitual de droga.
17 comentarios:
El blog es muy interesante. Vaya por delante. Pero lo que me choca es la cotnradicción de base de vosotros los anarquistas, entre la teoría (muy bonita) y la realidad (mucho más compleja).
Ramón Outeiro
Matapuces, con tu permiso me permito contestar al Sr. Outeiro.
El anarquismo engloba actualmente demasiadas teorías políticas (algunas meras especulaciones idealistas), pero lo que lo ha caracterizado siempre es: 1) la socialización de los medios y bienes de producción y 2) la abolición del Estado (instrumento primordial del capitalismo). Es decir, el anarquismo ha consistido siempre en proponer el socialismo libre de los yugos de las estructuras del capitalismo, entre las que se cuentan el Estado y la democracia formal.
Después tendremos, a causa de las tendencias y características particulares, a anarquistas más o menos individualistas, más o menos colectivistas, tanto en sus planteamientos como en su programa ideológico, ya hablemos de socialismo utópico, comunismo libertario, humanismo ácrata, etc. Esto teniendo en cuenta que en absoluto resultan incompatibles las diversas posturas existentes.
Otro tema, y aquí sí reconozco la complejidad a la que usted alude, es que en el año 2013 no puede negarse que el Estado social del siglo XX (mejor dicho, de su segunda mitad) hizo suyas algunas de las demandas del anarquismo, especialmente del socialismo utópico, por lo que, a día de hoy, resulta poco menos que una pose pedir la abolición total del Estado. El anarquismo debe adaptarse a los tiempos, o de lo contrario se queda en letra muerta, en verdad de fe. Por tanto, el movimiento anarquista orienta la lucha a forzar que el Estado (a sabiendas de que, además, su abolición es inviable) resulte lo más "social" posible, es decir, que 1) los ciudadanos tomen parte activamente en la toma de decisiones políticas y económicas (asamblearismo) y 2) la riqueza se redistribuya de la forma más equitativa posible (según la propia creencia libertaria de "a cada uno lo suyo").
Como digo, la inviabilidad para tumbar al Estado en el globalizado siglo XXI es evidente. Pero ya antes lo era: y he aquí la mayor contradicción del movimiento anarquista: ¿qué camino tomar para la resistencia frente a la tiranía del capital? En este sentido, el activismo anarquista (incluido el armado) no puede ser condenado a la ligera, toda vez que no existía, más allá de la batalla sindical, otra forma de forjar un futuro distinto. No obstante las cesiones del capital desde 1945 hasta finales del siglo XX apaciguaron los ánimos revolucionarios, como es comprensible, una vez parte de las demandas de las clases populares fueron satisfechas (en Occidente, claro está).
Hoy que el capitalismo recobra su faz más depredadora, vuelve a plantearse con fuerza la alternativa anarquista, pero ha de hacerse con sentido práctico, y sin dogmatismos: no es lo mismo la defensa del ideal anarquista en el 2013 que en el siglo XIX. En el siglo XIX no había sido ensayado un Estado que incluyera políticas sociales (logradas tiempo después gracias a una fiscalidad progresiva). Pedir hoy la abolición del Estado no nos diferenciaría demasiado de los "neoliberales", quienes pretenden reducirlo a un mero papel de celador del capital, es decir, que sin abolirlo, no pretenden designarle más que un rol policial.
Dicho todo esto, el rasgo identitario del anarquismo fue, es, y será, la socialización de los medios y bienes de producción (como en el socialismo) dentro de un marco de libre comercio auténtico, libre acuerdo total, y sin coacción de ningún tipo. En otras palabras, el anarquismo es un socialismo no vertical, que rechaza las trampas heredadas del capitalismo de Estado (en que cayó el comunismo soviético, lo mismo que Cuba o ese engendro llamado China).
Un saludo
Hace 150 años (Estado policial al servicio del capital en todos los continentes, menor densidad demográfica, etc.), el planteamiento anarquista partía de la abolición de todas las instituciones coercitivas.
Hoy el contexto es distinto. Ello no niega la crítica al Estado, incluso la aspiración a superarlo, pero si se pretende algo más que empantanarse en la ciénaga de la especulación filosófica, debe comprenderse que la convivencia con algunas instituciones (por mínimas que fueren) es inevitable.
En cuanto a la estrategia a seguir para labrar el futuro del anarquismo, ni ayer ni en un próximo e hipotético futuro cabía o cabrá otra que la siguiente: la revolución social. De lo contrario todo logro, todo avance popular, resultaría fácilmente vulnerable frente a las agresiones y la predación no ya de las propias élites sometidas o abolidas, sino frente a las de otras naciones ávidas por someter a países instalados en el caos del desgobierno. Esto hay que plantearlo por un mínimo de pudor y coherencia intelectual.
Asumiendo estas evidencias, se podría proponer, no obstante, la alternativa ácrata marginal, es decir, el vivir al margen de la sociedad establecida, ya sea individualmente o en comunidad. Pero obsérvense por ejemplo las dificultades del pueblo gitano (que no está lejos de un anarquismo tribal) en el marco de la modernidad, y reflexiónese sobre la vulnerabilidad de toda disidencia no organizada en un contexto socio-político y económico como el presente.
El anarquismo, en definitiva, no incurrirá en ninguna contradicción de base siempre y cuando sus partidarios justifiquen la revolución social (pacífica o no), pues ése sería el camino lógico que tomar para derribar las estructuras de poder de la civilización capitalista, heredera de la feudal que algunos falsos anarquistas se dedican ahora a reivindicar, como si vivir en contacto con los pajaritos fuera incompatible con ser un esclavo (cosa que era la mayoría en la etapa pre-capitalista).
Es un debate complejo, si sería posible una sociedad sin Estado o sin Estados con todo lo que ello implicaría. De todos modos el Estado en la actualidad es la figura clave para el adoctrinamiento y sometimiento de las sociedades con el consentimiento de las mismas, ya que el Estado es una consecuencia de la sociedad, es decir, ha sido creado por el hombre.
¿Estamos preparados para convivir sin Estado?
¿Qué es realmente y qué significa el Estado o el Estado-Nación?
¿Estamos preparados...?
Algunos sí, la mayoría ni se lo plantea.
Dicho lo cual: nos referiremos a una sociedad sin Estado pero SIN CAPITALISMO, es decir, a una sociedad con los medios y bienes de producción socializados.
Desde una postura ácrata o anarquista sólo así es defendible una sociedad sin Estado y sólo así es defendible el libre acuerdo. Es decir, sin elementos de coerción.
¿Resulta hoy viable? No.
¿Por qué? Porque 1º no hay cauces de lucha como los del siglo XIX (donde el capital corría peligro, mientras que hoy campa a sus anchas, incluso por encima del Estado-nación), 2º, porque el Estado tomó un cariz social innegable (en algunas de sus facetas) en muchos países (lo sigue conservando en los nórdicos), de tal modo que se convirtió en corrector de las desigualdades sociales y en árbitro de la economía (ahí tenemos los consejos de administración de empresa en Suecia, integrados, por cuota, por los trabajadores).
El pensamiento actual (neoliberal) persigue el adelgazamiento del Estado: es decir, su abandono de las políticas sociales y de inversión en bienes comunes y servicios básicos (vía privatizaciones) al tiempo que la conservación del rol policial (y de otros elementos represivos). Persigue, pues, volver al capitalismo puro (no "de rostro humano") tradicional. Esto, como ya vemos y de sobra es conocido, acrecienta las desigualdades sociales y favorece un mercado de explotadores y explotados (consolidándose los oligopolios) en nombre de la "libertad" (del capital, huelga decir).
Entre un Estado "democrático" cuya fiscalidad más o menos progresiva estaba garantizada y un Estado "tecnocrático" (como el del XIX), hacia el que vamos o en el que ya estamos, cuya fiscalidad no favorece más que la concentración de capital (y con ello, las "crisis"), obviamente me quedo con el primero por simple afán de supervivencia. Independientemente de nuestras aspiraciones particulares a superarlo, tampoco me parece coherente, al menos desde una perspectiva libertaria (que conste que no lo digo por ti) equiparar ambos modelos, puesto que uno, el primero, posibilitó el mayor grado de desarrollo socio-económico desde la antigua Roma mientras que el otro, el segundo, no desemboca más que en polarizaciones sociales brutales, que son las que caracterizan a los países latinoamericanos (de exquisitas constituciones "liberales") y no digamos ya africanos (donde el "anarco-capitalismo" hace estragos).
Por eso últimamente trato de que no puedan confundirme con esa tribu de los "anarco-capitalistas" (que además no tienen puñetera idea de lo que hablan) o con los posicionamientos monjiles, monacales, de ácratas etéreos que escupen palabras bonitas sin posibilidad de ejecución práctica (cuando no justifican el sufrimiento en aras de una supuesta autosuperación que la mayor parte de las veces resulta imposible si no tienes un puto duro).
Pero como dices, es un tema muy complejo.
Suponiendo que existiese un Supraestado mundial benefactor sin ejército ni policía, algo similar a un "Mundo Feliz" de Huxley en el cual las relaciones sociales, laborales, etc, serían casi perfectas, se plantearía el problema de la libertad individual del sujeto de convivir en ella como desarrolla él en la novela. Esto sin llegar a entrar en detalles de cómo estaría estructurada y funcionaría la sociedad, por ejemplo los métodos de aprendizaje que se impatirían desde la infancia, etc.
Esto acarrea muchos dilemas, por ejemplo, deberían exister unas "élites" (maestros) que enseñaran y dirigieran a los hombres en esta etapa de aprendizaje, o por el contrarío el aprendizaje debería ser practicamente autodidacta, en el que la persona se auto-construyera en una especie de evolución constante.
El Estado del munfo feliz de Huxley se encuadra en un marco de economía capitalista. Es decir, que el "mundo feliz" que criticaba Huxly es un mundo capitalista llevado al extremo (división de los seres humanos en castas). Por tanto no estoy de acuerdo contigo cuando lo comparas a un Supraestado "benefactor", toda vez que desde el momento en que se establecen castas, el beneficio es parcial.
Por contra, un Estado sometido por completo al control de los ciudadanos, un Estado servil a los ciudadanos (y no al revés), que sirviese como instrumento de arbitrio económico (corrigiendo las desigualdades sociales -de oportunidades- resultantes de las diferencias de renta) impediría precisamente la consolidación de cualquier casta (que empieza siepre por la consolidación de los monopolios y/o oligopolios).
Ya vivimos en el mundo feliz que inspiraba las pesadillas de Huxley. Ya se ha hecho realidad esa distopía. Vivimos en un mundo donde las fronteras de casta las marca el capital y donde a los privilegiados se les adormece con todo tipo de "somas". Un mundo donde la guerra psicológica y la propaganda prevalecen. Y donde el Estado se dispone al servicio de las élites. A decir verdad, la gran diferencia entre el Estado capitalista clásico y el actual (neoclásico, por decirlo de alguna manera) radica en el perfeccionamiento de la propaganda.
Sí, pero la crítica al estalinismo es más evidente en '1984' de Orwell. En mi opinión 'Un mundo feliz' es una distopía sobre el sistema capitalista occidental, es decir, "liberal".
Por otra parte, discrepo en que lo de la URSS fuera comunismo. Fue capitalismo de Estado, monopolismo público-oligárquico, pero no comunismo. Se sustituyó el patronazgo capitalista liberal del zarismo por la jefatura del Partido, manteniendo una estructura económica jerárquica, sólo que de carácter paternalista-protector.
No obstante, este carácter paternalista no impidió a la jerarquía del Partido promover un sistema (imperial) en el que la inversión militar constituyó siempre un porcentaje enorme del PIB (más del 40% durante la era estalinista). Es decir, que poco varió el viejo modelo de la tradicional Rusia zarista imperial.
Bueno he dicho similar, aunque tampoco he entrado en detalles, quiero decir, no exacto por poner una referencia.
He puesto un ejemplo extremo, en todo caso también podría servir de crítica.
Quería señalar los métodos de aprendizaje en un sistema donde el Estado tuviera el control del mismo, y por lo tanto se erigiera como una autoridad moral y ética que enseñara y formara al hombre, tanto en la conducta como en las relaciones con los demás.
¿Sería correcta y aceptable la existencia de unas élites en esta sociedad que formaran al individuo?
¿Hasta que punto el poder residiría en las élites en este sistema como inductoras de la conducta humana y en detrimento del libre albedrío del resto de la sociedad?
He modificado mi comentario anterior porque me he líado un poco, y por no salirme del tema, quería tocar más este tema del aprendizaje por parte de una élites.
Mi idea es la de anteponer nuestro condicionamiento (heredado y adquirido) al del la libertad como fin vital de nuestra existencia, o en todo caso aproximarse lo más posible a él.
Insisto, ¿qué élites? Las élites y la democracia asamblearia son incompatibles.
Las élites se consolidan por la acumulación de capital y en connivencia con el poder gubernamental/estatal. Por tanto, en un sistema realmente democrático (donde, por la vía asamblearia, el pueblo decida), no hay consolidación de élites posible.
Por otra parte, me olvidé de otra de las demandas básicas del anarquismo: acabar con la banca privada. No me refiero a nacionalizarla (demanda socialista, comunista, etc.), sino a mutualizarla según el modelo de Proudhon. No obstante dicho modelo se defendía en una sociedad sin Estado. En el mundo actual, la demanda anarquista se correspondería más con la defensa de una banca pública, similar a la socialista.
Me refiero a élites con autoridad moral y ética que dictaran las normas para la correcta convivencia de la sociedad en general, por poner un ejemplo, como si de maestros espirituales se tratara. De todos modos es un caso bastante extremo el que he expuesto,no obstante para que también pudiera servir de crítica.
Sobre lo que dices refiriéndote al sistema educativo estatal (que conste que no creo en el español, por reaccionario, "funcionarial", encorsetado...), ¿tiene acaso hoy más peso la educación o formación pública que la privada? ¿Dónde han estudiado la mayor parte de ministros, grandes empresarios, banqueros, etc., que llevan las riendas del país?
Actualmente el Estado está orientado a legitimar la autoridad de los grupúsculos privados que conspiran diariamente para acaparar el mayor poder posible frente a una sociedad desguarnecida y en permanente estado de shock.
Cuando critiquemos al Estado, no olvidemos que mucha gente de "orden" es hoy partidaria de su debilitamiento. Esto es un poco como cuando una nación invade a otra con la intención de expoliarla: hasta los disidentes de la nación invadida se pondrán, temporalmente, del lado de los que hasta entonces eran sus enemigos.
Recuérdese si no el apoyo del anarquismo español a la Segunda República. Hoy el ataque desde el mundo del capital es más fuerte todavía.
Te entiendo, pero el apoyo del anarquismo a la Seguna República fue en circunstancias que hoy en día no son similares en cuanto a un contexto historico-socio-político,por ejemplo en la CNT habían muchos más afiliados que hoy, no sé hasta que punto el anarquismo como tal en la actualidad se puede equiparar al de los años 30.
Me refiero a que los anarquistas apoyaron la causa republicana (a pesar de ser la II República una institución burguesa) frente a la reacción fascista. El equivalente a día de hoy sería la defensa de la inversión pública (del Estado "social") frente a la ofensiva neoliberal.
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