Los avances tecnológicos son un producto del imperialismo, es decir, de la conquista y de la imposición de un modo de vida cuyo fin es la acumulación de riquezas y el poder sobre el hombre y las sociedades menos desarrolladas técnicamente.
La eficacia de la técnica y la ciencia para crear nuevos inventos y espacios más comodos y funcionales correspone a un modo de vida previamente planificado -por una élite- para la consecución de una organización social concreta en la que el ser humano cede su autonomía a cambio de seguridad y se hace dependiente del aparato tecnológico. Su misión es servir al poder encarnado en el Estado, se hace esclavo del mismo por medio de la propaganda y la delegación.
El único anticapitalismo verdadero consiste en la paulatina desestitazación y por la tanto destecnologización de las sociedades par su posterior emancipación. La lucha de clases no es ya la del proletariado contra la burguesía según la doctrina marxista sino la del pueblo (entiéndase como clase gobernada) y la élite de poder (entiéndase como clase gobernante).
Se ve que esto de la plusvalía a hecho estragos. Antes las mercancías eran mucho más caras, los avances tecnológicos has propiciado su abaratamiento junto con el uso indiscriminado de combustibles fósiles. La abundancia de mercancias ha hecho posible la dinámica productiva capitalista con un coste medio-ambiental que todavía está por ver. Las consecuencias de la catástrofe civilizatoria y el colapso de las sociedades se está haciendo patente en primer lugar con la caída de la natalidad de los países desarrollados y la inmigración de los países subdesarrollados como forma de contrarrestarla.
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