El problema de la
violencia es más grave si cabe y se hace más difícil y complejo de percibir en una sociedad- sistema
hiperviolento, el individuo es violento directamente o indirectamente y en mayor o menor grado, por
lo tanto se hace necesaria la violencia para poder sobrevivir, cuanto
más competitivo sea el sistema-sociedad más violento tendrá que
ser el individuo.
La posibilidad de
anular o reducir al máximo la violencia se hace muy difícil y
compleja cuando una inmensa mayoría de la sociedad acepta la
violencia estructurada por el Estado, el fenómeno de la violencia en el sistema capitalista atañe a la conciencia colectiva y su finalidad es la conservación.
Hay que señalar la
importancia del moldeamiento del carácter del individuo por parte
del sistema-sociedad, la personalidad vendrá determinada por su
adaptación y posterior asimilación al sistema.
Los patrones de
conducta ya han sido previamente planificados por el sistema que
modifica la estructura psicológica según los intereses de una
minoría dirigente, las clases sociales indican el grado de
adaptación al sistema, se hace necesaria una lucha de clases en el
terreno político y económico (dejando al margen a la élite de
poder incrustada en el Estado y en el sistema financiero privado) que
vendría representada en Occidente por el parlamentarismo y los
partidos de derecha y los de izquierda, para que la sociedad sea lo
más competitiva posible, de esta forma se sostiene y consolida el
sistema de dominación hiperviolento.
Una ficción
representada por la partitocracia que a la vez representa a los
ciudadanos pero no a los intereses de éste sino a los intereses de
la élite de poder, el engaño se hace patente por partida doble,
el poder de la clase política no es tal como lo percibe y lo ve la
sociedad, es un poder que emana de la élite de poder para aglutinar
todas las ideologías y pensamientos políticos de la sociedad, de
este modo se consigue un consenso en apariencia democrático pero que
en el fondo no lo es porque la cuota de poder que representa un
partido político (unos votantes, afiliados y militantes) en el parlamento es
absorbida por el sistema (su capacidad de decisión es nula porque
está sometida a un poder mayor), es decir, y en última instancia,
por el Estado y el Capital.
A partir de estas
premisas se puede consolidar la violencia como modus vivendi en la
sociedad, a la vez consentida consciente o inconscientemente y en
mayor o menor grado por la inmensa mayoría de los individuos que la
conforman.
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