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Todo está sujeto a interpretaciones, por lo tanto la realidad es subjetiva y las formas de pensar y vivir son caóticas y conflictivas. El pensamiento enmascara a menudo la verdad de los hechos. La realidad ya no puede ser objetiva. Todo pasa por el filtro del pensamiento y el individuo deja de observar los hechos tal como son.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Ramon Vila, "La historia de un hombre que quiso derrocar al régimen de Franco" II parte

                           ¿Un loco terrorista o un hombre incómodo para el régimen?





 Se podrá discutir o especular largamente sobre la participación o no de Ramon  Vila en el suceso de la collada de Toses.  Lo que es innegable es que la repercusión del hecho fue extraordinaria en los medios de información franceses, pero también en la vida del guerrillero, que no pudo dejar de sentirse afectado por la acusación y por las ordenes dadas de busca y captura, las cuales limitaron sus pasos y hicieron más necesaria la intervención de sus amigos o protectores mas directos. Para la organización a la que pertenecía, su estancia en Francia no era tampoco demasiado cómoda – ya que la represión de las autoridades francesas podía extenderse entre los refugiados -, y por esto parece que alguien le ofreció medios para que emigrase a América. Él rechazó la oferta, porque entendía que allí no se le había perdido nada.
Desde 1953, explícitamente, la organización confederal consideró inadecuada la táctica de enviar hombres de acción en el interior, ya que la experiencia había demostrado que se exponían a una muerte segura i estéril. César M. Lorenzo escribe  “El periodo que va desde 1954 a 1960 fue el más sombrío de toda la historia de la CNT. Asqueados de sus propios descarriamientos, agotados por largos años de prisión, vigilados por la policía, ávidos de un poco de reposo, los militantes del interior se retiraron uno a uno del combate”.
Este no fue el caso de Ramón Vila, Quico  Sabaté, Josep Lluís Facerías y los hombres de acción que estuvieron dispuestos a proseguir la lucha hasta dar o perder la vida por el ideal.
“Entre los burócratas De Tolouse y los quiméricos integrantes de los Comités naciones de Madrid, los hombres de acción preferían el acto desesperado, que inevitablemente terminaba en el gesto del hombre que cae abatido por las balas traidoras del policía o guardia civil”. Efectivamente, Facerías cayó en Barcelona en agosto de 1957, y Sabaté fue asesinado en Sant Celoni en enero de 1960.
Los dirigentes de la CNT, contrarios a la insistencia de las acciones armadas, desautorizaron la actividad individual de Facerías y Sabaté, y encargaron también a Marcel.li Massana , retirado de la lucha desde 1951, después que hubiera tenido un incidente con la gendarmería francesa en Couflens (1950) y otros problemas con la organización, que convenciera a Ramón Vila para que dejara las armas y la lucha solitaria. El mismo testimonio de Marcel.li Massana lo recogió Josep M. Reguant:
“Su postrer intento de atraerse a Ramón Vila para ofrecerle una vida apacible y sin sobresaltos, tan distinta a lo que fue la suya, fracasó. Ramón merodeaba por los alrededores de Padres y la falda del Canigó, haciendo repetidas incursiones al Berguedà y Bages, en cuyas comarcas anualmente y durante los meses de verano saboteaba las líneas de alta tensión, volando sus torretas. Tolouse intentó en vano encontrar un interlocutor válido capaz de hacerle desistir de su empeño, considerándole estéril. Massana, que residía en la capital del Sena, fue requerido para tal menester al que no se presto en sus justos términos. Lo que si aceptó fue un contacto con su amigo y compañero de infancia y avatares. Para Vila, sólo Marcelino resulto embajador aceptado ya que había rechazado a cuantos otros le habían propuesto. Massana pretendía que Ramón le acompañara, para discutir sosegadamente. Vila insistió durante el contacto que “Pancho” (Massana) se quedara con él. La reunión se celebro en la casa de un compañero, en la zona norte de Prades. Transcurría el año 1959. No hubo acuerdo, ni tan siquiera una remota posibilidad del mismo. Fue la última vez que se vieron”
Ramon Vila no quiso claudicar, pero desde 1953 las salidas al Berguedà y al Bages tuvieron que reducirse para evitar el peligro de ser detenido.  Entonces Ramon Vila casi no se hablaba y se veía con nadie, y la única salida posible que tenía era la de continuar la lucha  hasta la muerte.
“La gente como él – afirma Téllez- ya no podían abandonar, porque el hecho es que ya no tenían tan solo como enemigos a las autoridades españolas, sino también las tenían en las francesas” ¿Cuál era su camino? Pues continuar la lucha hasta que lo matasen, evidentemente”.
Asumió, entonces, deliberadamente  el peligro como un suicidio a plazo. Vivía, miserablemente, en una vivienda humilde que le servía de refugio, cercano a Prada de Conflent, pero estaba desconectado de los dirigentes de la organización. Los amigos que, de tanto en tanto, tenían contacto o lo veían casualmente, explicaban que se alimentaba de patatas y de legumbres que el mismo conreaba en un huerto  invadido por los hierbajos.
En invierno quedaba incomunicado totalmente, pero – después de la temporada de frío- realizaba algunos movimientos y se lo veía fugazmente en  Tolosa de Llenguadoc. El instinto para seguir la lucha en el medio conocido no se detuvo, sobretodo al llegar el buen tiempo.
Entre los años 1953 y 1960, la documentación de las fuerzas represivas no anotó ninguna acción de su estilo. El 8 de febrero de 1961, fueron voladas unas conducciones eléctricas en Rajadell, cerca de Manresa. Es muy probable que Ramon Vila estuviera complicado y que, durante un tiempo,  se moviera por la comarca del Bages, ya que las fuerzas del orden público encontraron papeles – restos de papel para envolver alimentos que contenían frases y operaciones matemáticas que coincidían con las inscripciones de la libreta que Ramon llevaba encima en el momento en que murió. Concretamente, los papeles reunidos eran un pequeño trozo de papel que utilizaba para envolver la bombilla de recambio de una linterna francesa, localizado cerca de las torretas voladas, y un trozo más grande de papel de estraza que habría servido para guarda alimentos y que apareció cerca del Pla de Vilamajor, donde se registro un nuevo incidente. En uno de estos papeles se podían  leer las frases inacabadas: “Distinguido [sic] amigo”. ”Compañero Rasputin”, “Puede que pronto estaremos de buelta [sic] como hera [sic] de esperar. Todo marcha a la perfección”, “Compañero salud”.
Durante aquellos días, efectivamente, los habitantes de can General Gros, una masía del Pla de Vilamajor, de la Rabeia, en la zona de Balsareny, notaron que alguien, de noche, les quitaba pequeñas cantidades del vino de la bodega situado en la zona trasera de la casa. El 6 de marzo de 1961, a la 1:30 de la mañana , el ladrón entro en el lugar y fue descubierto por los jóvenes de la casa, los hermanos Ramon y Àngel Escudé, los que habían preparado una trampa y hecho guardia para poder atraparlo, a instancias de Alfonso Sansa Corominas, vecino de la casa y excombatiente. Se pensaron que se trataba de un simple vagabundo y empezaron a golpearlo con los palos con los que se habían armado para la vigilancia. No obstante el acontecimiento, el ladrón –descrito como un hombre alto, muy fuerte, de unos 50 años que vestía un chaquetón de paño con cinturón- se escapó y, cuando Sansa le salió al paso para agarrarlo, se giró de golpe y lo hirió, mortalmente. Alfons Sansa murió tres días después , en la clínica Sant Josep de Manresa. “El misterioso asesino, ocultó el rostro bajo el pasamontañas  y las solapas de una gruesa pelliza”. En la huida perdió 3 cantimploras ( dos de procedencia francesa y una similar a la del ejército), un cuchillo, una sierra y dos cartuchos de revólver Colt americano del calibre 45. Las batidas realizadas por las cercanías permitieron descubrir diversas huellas: restos de comida y de fuegos en el suelo, lo que quería decir que el autor o los autores habían acampado a una distancia de 2 o 3 kilómetros.
En el momento de la muerte de Ramon  Vila aun no se había descubierto el autor del robatorio y el homicidio. Pero para el periodista de sucesos Enrique Rubio no había duda: “Las ropas que vestía aquel forajido; las cantimploras de plástico… El que llevara armas hicieron pensar a la Guardia Civil, y a todos nosotros que “Caraquemada” o algún otro bandolero andaban por la zona y eran los que venían suministrándose alimentos y vinos, con la ayuda de esas llaves que ya hemos visto llevaba Ramon Vila Capdevila, al ser capturado por la Benemérita en esta última acción subersiva”

Extraido de: "Ramon Vila, el darrer maqui català"  Josep Clara

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