Después de un largo periodo, la poca población humana que quedaba, vivía de la manera más salvaje en selvas y zonas montañosas poco accesibles a los roedores, recordando a sus ancestros más primitivos, la situación en la que se hallaban los hombres les había reducido a una especie en vías de extinción, poco podían hacer ya frente a la gran colonia de ratas que se habían establecido en lo que un día fueron las grandes metrópolis y ciudades en las que habitaron.
Los roedores lograron adquirir con el tiempo, un lenguaje telepático y formas de organización aún no vistas en animales de tan poco tamaño, aprovechando al máximo sus facultades físicas también desarrollaron formas de trabajo que perfeccionaron con la tecnología humana que había quedado y fabricaron maquinas a su medida y condición física que les permitiera subsistir, sin poner en peligro a ninguno de los integrantes de la gran sociedad de roedores.
El pensamiento de las ratas, solo iba encaminado a una reproducción sostenida por los medios de producción, sin alterar el ecosistema, habían conformado unas leyes universales por las cuales todas tenían los mismos derechos y obligaciones, no habían países ni jerarquías, tampoco tribunales ni organizaciones políticas ni burocráticas, condicionaron todo el conocimiento a una vida sin conflictos, en la que el trabajo era el primer mandamiento a cumplir para poder sobrevivir.
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