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Todo está sujeto a interpretaciones, por lo tanto la realidad es subjetiva y las formas de pensar y vivir son caóticas y conflictivas. El pensamiento enmascara a menudo la verdad de los hechos. La realidad ya no puede ser objetiva. Todo pasa por el filtro del pensamiento y el individuo deja de observar los hechos tal como son.

lunes, 7 de enero de 2013

Sobre el artículo de Juan Carlos Usó, “Nos matan con heroína”

                                        Respuesta al artículo "Nos matan con heroína". 



El artículo escrito por Juan Carlos Usó publicado en la revista Mombaça, y publicado en La web sense nom, empieza aportando una serie de datos y teorías que son de interés para estudiar o provocar la reflexión del lector sobre el problema de la heroína principalmente poco después de la transición en el Estado español. El significado de la entrada de heroína en territorio español después de la muerte de Franco, la podríamos encontrar en el cambio de régimen, y con la tan ansiada democracia, la entrada en el mercado globalizador  también repercute en el asunto de las drogas ilegales como la heroína entre otras. El ingrediente que encontramos asociado en la entrada, distribución y consumo de droga con la libertad individual del sujeto y el Capitalismo “democrático” estatal, nos ayudará a entender el problema que nos ocupa. No obstante la ambigüedad con la que trata el final del artículo a mi modo de ver puede provocar confusión al lector. El artículo acaba con la siguiente reflexión:
Entonces, ¿cómo ha podido calar tanto y tan hondo esa idea en el colectivo imaginario de los españoles, que hasta hoy en día es compartida por muchas personas?
En general, las teorías conspirativas son a menudo preferidas por las personas como modo de entender lo que está pasando a su alrededor sin tener que lidiar con las complejidades de la historia y la interacción política. También es cierto que los humanos sentimos una honda pasión natural que nos atrae hacia el misterio. Asimismo, está comprobado que solemos aplicar una lógica en función de la cual esperamos que un evento significativo responda a una causa significativa. No obstante, sin descartar estos tres aspectos, creemos que el éxito en este caso obedece a dos factores específicos.
En primer lugar, podemos atribuir su éxito inicial al hecho de que facilitó la descarga emocional de amplios sectores, al ubicar el evento en un contexto moral entendible para una izquierda revolucionaria que comenzaba a experimentar el aislamiento social y la pérdida de influencia política y a mostrar signos de agotamiento.
Si posteriormente se asentó fue porque en realidad no entraba en contradicción, o al menos no era del todo incompatible, con la versión oficial o institucional de los hechos, amén de resultar mucho más romántica. A fin de cuentas, ambas coincidían en exonerar a la sociedad en general y a los afectados en particular de cualquier responsabilidad en el proceso. En el fondo se trataba de dos modelos retóricos que movían a la compasión y excluían todo análisis racional. Si en la ‘teoría de la escalada’ los toxicómanos eran presentados como víctimas involuntarias de la acción tóxica de la heroína, para los creyentes en los oscuros designios del poder se constituían en sujetos asimismo no responsables sobre los que se ejercía la acción represiva del Estado.
Efectivamente, como dice el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince, “los humanos, en el dolor más hondo, podemos sentirnos confortados si en la pena nos conceden una rebaja menor”, pero como no está demostrado que la compasión ayude a comprender las dinámicas o procesos históricos,desde el ámbito de las ciencias sociales nos vemos obligados a apelar a la razón y a promover un ejercicio de reflexión que nos impida caer en la trampa que supone la tentación permanente de creer en indemostrables intervenciones de proporciones metafísicas.
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Queda claro que al final del artículo quita hierro al asunto, restándole importancia a la teoría conspirativa que menciona al comienzo del mismo. La teoría conspirativa principalmente es la que señala al Estado y sus aparatos como inductor de la entrada de droga en territorio español queda diluida por una serie de factores a su entender histórico-políticos que son las que darían el significado y los porqués de la comercialización, distribución y consumo entre la población.
Los medios represivos del Estado durante la dictadura eran diferentes a los de la democracia, debemos entender que las reglas de juego cambian también con la forma de gobierno. El control social que ejerce el Estado ya sea en su versión dictatorial o democrática sobre el individuo en el tema de las drogas legales e ilegales, es decir, induciéndolo al consumo y provocando dependencias psicológicas y físicas a mi modo de ver es una forma de someterlo a sus designios, no ver eso, es una forma de miopía que puede inducir a la confusión y al auto-engaño e irremediablemente al posterior engaño. En el fondo de la cuestión el dilema de la responsabilidad civil del sujeto se ve inducida irremediablemente a los propósitos y fines que ejerce el Estado cuando no es capaz de articular una respuesta adecuada a la represión que desempeña dicho poder, con lo cual queda seriamente reducido o anulado. De todos modos no se trata tanto de señalar a las victimas, sino a la destrucción misma del hombre cuando el poder lo estimula a ello. En este caso profundizando más si queremos, debemos entender una degradación de la sociedad en general impulsada y planificada desde el poder en sus variantes formas a los largo de la historia hacia sus súbditos para su posterior dominio, y esto no es ninguna teoría conspirativa, son hechos que se van sucediendo con el consentimiento consciente e inconsciente de la gran mayoría de la sociedad.

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