Detentar el Poder para hacer el bien como podría ser el caso de una dictadura buena, implica ejercer permanentemente la coacción de los gobernantes hacia los gobernados. Lo que significa condicionar la libertad del individuo (bajo pena de ser castigado) hasta los límites deseados por el sistema para restablecer la paz y el orden cuando son amenezados y ponen en peligro el funcionamiento de las leyes que salvaguardan la dominación.
Hay una atracción manifiesta hacia el conflicto, la guerra, la corrupción y el poder, donde el placer de hacer sufrir al prójimo (al más débil) compensa el estado de degradación en el que nos vemos inmersos. La cultura del sistema de dominación impone por tradición y costumbres relaciones de poder más o menos veladas que constituyen el modus-vivendi de la sociedad.
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