domingo, 27 de diciembre de 2015

Algunas observaciones sobre la violencia, la competitividad y el Estado.






El problema de la violencia es más grave si cabe y se hace más difícil y complejo de percibir en una sociedad- sistema hiperviolento, el individuo es violento directamente o indirectamente y en mayor o menor grado, por lo tanto se hace necesaria la violencia para poder sobrevivir, cuanto más competitivo sea el sistema-sociedad más violento tendrá que ser el individuo.

La posibilidad de anular o reducir al máximo la violencia se hace muy difícil y compleja cuando una inmensa mayoría de la sociedad acepta la violencia estructurada por el Estado, el fenómeno de la violencia en el sistema capitalista atañe a la conciencia colectiva y su finalidad es la conservación.

Hay que señalar la importancia del moldeamiento del carácter del individuo por parte del sistema-sociedad, la personalidad vendrá determinada por su adaptación y posterior asimilación al sistema.

Los patrones de conducta ya han sido previamente planificados por el sistema que modifica la estructura psicológica según los intereses de una minoría dirigente, las clases sociales indican el grado de adaptación al sistema, se hace necesaria una lucha de clases en el terreno político y económico (dejando al margen a la élite de poder incrustada en el Estado y en el sistema financiero privado) que vendría representada en Occidente por el parlamentarismo y los partidos de derecha y los de izquierda, para que la sociedad sea lo más competitiva posible, de esta forma se sostiene y consolida el sistema de dominación hiperviolento.

Una ficción representada por la partitocracia que a la vez representa a los ciudadanos pero no a los intereses de éste sino a los intereses de la élite de poder, el engaño se hace patente por partida doble, el poder de la clase política no es tal como lo percibe y lo ve la sociedad, es un poder que emana de la élite de poder para aglutinar todas las ideologías y pensamientos políticos de la sociedad, de este modo se consigue un consenso en apariencia democrático pero que en el fondo no lo es porque la cuota de poder que representa un partido político (unos votantes, afiliados y militantes) en el parlamento es absorbida por el sistema (su capacidad de decisión es nula porque está sometida a un poder mayor), es decir, y en última instancia, por el Estado y el Capital.


A partir de estas premisas se puede consolidar la violencia como modus vivendi en la sociedad, a la vez consentida consciente o inconscientemente y en mayor o menor grado por la inmensa mayoría de los individuos que la conforman.

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