Por ese motivo hoy no existe ninguna lucha de clases porque no hay clase obrera y tampoco izquierda, lo que hay es una lucha entre las clases burguesas más ricas de los Estados más poderosos del planeta.
Si Marx había definido el lumpenproletarido como "la población situada socialmente al margen o debajo del proletariado, con carencia de conciencia de clase, como los criminales, los mendigos, los desempleados crónicos o los drogadictos", hoy podemos decir que se ha creado otra clase superior a la burguesía de antaño, una superburguesía que está por encima de la burguesía tradicional, con lo cual ésta ya no puede ser considerada como tal y que por lo tanto ha pasado a la condición proletaria. La concentración de riqueza ha provocado que la cantidad de nuevos burgueses haya disminuido provocando un aumento del proletariado y del subproletariado cada más pobre y precario.
El lumpenproletariado de hoy es el trabajador precario de sueldos bajos y explotado hasta más no poder, es decir, una parte cada vez más significativa de la población. O en el peor de los casos el que ya no tiene cabida en el mercado laboral.
La enésima pero quizá la definitiva, en tanto que han comprado ciegamente el discurso de los poderes fácticos, defendiéndolo (al menos en España) incluso con más vehemencia que la derecha (en parte, seguramente, porque les tocaba gobernar), obligando a corear consignas contra las que hubieran bramado no hace tanto, no quedándoles ya el menor de atisbo de espíritu crítico. Ahora el discurso "izquierdista" dice abiertamente que cuestionar las instituciones, el poder constituido, es poner palos en las ruedas del progreso, que se está con los ultras si no se bala a coro. Ya cosecharán los frutos... Ése es el plan, a fin de cuentas: volver a promocionar a sus supuestos adversarios (será en el pilla-pilla presupuestario, donde difieren) para incrementar la terapia de choque (lo que la "izquierda" suele hacer "porque no queda otra" lo hace siempre la derecha sin complejos). Una de las medidas de esta terapia será una ley de pandemias para marginar indefinidamente a todo el que siga negándose a pincharse el experimento génico de sus amos, los de todos ellos. En fin, lo hablado en otras ocasiones: el que pueda, vivirá como un bagauda.
ResponderEliminarEl lobo estepario
Los políticos junto con los medios de comunicación de masas acuñaron el término "clase media" para redefinir a la clase obrera de antaño (sobretodo a la de antes de la Guerra Civil) para embaucar a los incautos y de esta forma adherirla al Estado por medio del Estado de bienestar. Por lo visto el invento a funcionado y la gente tragó, traga y seguirá tragando con lo que le echen. No quieren perder los pocos "derechos" que les conceden sus gobernantes, de manera que si sigue siendo una mayoría como se prevé no habrá nada que hacer. Habrá que esperar a mejores tiempos para poder llevar a cabo algún cambio significativo en las estructuras sociales y tal como posiblemente se espera vivir en los margenes de la sociedad esperando alguna novedad.
ResponderEliminarEsto es lo que decía Michael Young en su distopía "El triunfo de la Meritocracia":
ResponderEliminar"La civilización no depende de las masas, del homme moyen sensuel, sino de la minoría creadora, del innovador que con un hallazgo ahorra el esfuerzo de diez mil hombres, de los pocos hombres geniales que no pueden mirar nada sin admirarse o sin interrogarse a sí mismos, de la élite incansable que ha hecho de la mutación un hecho social a la vez que biológico"
"Los políticos junto con los medios de comunicación de masas acuñaron el término "clase media" para redefinir a la clase obrera de antaño (sobretodo a la de antes de la Guerra Civil) para embaucar a los incautos y de esta forma adherirla al Estado por medio del Estado de bienestar. Por lo visto el invento a funcionado y la gente tragó, traga y seguirá tragando con lo que le echen."
ResponderEliminarLas clases medias son ahora mismo una especie en extinción. Pero es cierto que, en términos de perpetuación del sistema, han funcionado como la zanahoria delante del burro: el que no llegaba a integrarlas aspiraba a que lo hicieran sus hijos. No obstante, sí hay malestar, más allá de este estado de hipnosis, de este secuestro emocional en que se encuentra la sociedad. El problema es que la democracia (aunque no sea más que un señuelo) legitima los castigos que reciben los disconformes, en tanto que es el sistema que (según el falaz argumento esgrimido) representa al pueblo. Así, quien con su disconformidad o rebeldía contribuye a la "inestabilidad", está atentando contra ella y, por tanto, está atentando contra todos. Por otra parte, una vez las élites u oligarquías (o llámales como quieras) pasaron a disponer además de unos medios de alienación que hubieran hecho las delicias de Goebbels y demás fascistas a la vieja usanza (las televisiones y, ahora en internet, los "verificadores de la verdad"), ese pensamiento único se consolida por lo que bien podríamos llamar atornillamiento (palabra que no existe) mental.
Dicho todo esto, sin embargo, yo no descartaría una explosión social en otoño en Europa. Es más: si atiendo a los manifestaciones, planes (véase, por ejemplo, el de emergencia en materia de energía que prepara la Comisión Europea), etc., de algunos mandatarios, financistas y demás ralea, casi que apostaría por ella. Otra cosa es que sea reprimida brutalmente. Eso también sería, supongo, una apuesta segura.
El lobo estepario