martes, 11 de julio de 2017

"La revuelta permanente" - Baltasar Porcel.

                        Memorias de Joan Ferrer sobre el movimiento libertario y la Guerra Civil




"Interesa sobre las elecciones de 1936 puntualizar el silencio de la FAI. En las anteriores había dicho "No votar". En el 36, calla. Lo cual podía interpretarse como una adhesión implicita a un posible Gobierno políticamente avanzado. Obraron así para poder sacar a los presos que teníamos en la cárcel. o porque su anterior consigna pudo favorecer a la derecha. Bien. Pero todo esto era circusntancial; en cambio es inmutable la concepción ideológica. Gente comprometida de la FAI volvió la espalda a sus convicciones, a la esencia del anarquismo, por pequeñas conveniencias del momento.

Yo pensé mucho en todo ello y no voté. Jamás lo he hecho, repito. Pese a este apoyo, en nuestros ambientes existía una clara prevención contra el Gobierno de la izquierda republicana. Como en el 31, creían haber ganado de nuevo la República. Se engañaban.

Quizá el único en tener una visión clara era Largo Caballero, que no participaba de la alegría de un Prieto o un Besteiro. Largo pensaba, que visto el mapa mundial, estudiada la situación interior, las elecciones no arreglarían gran cosa, y que había que ir a la revolución. Es decir, si había siempre el peligro del militarismo, la derecha y la Banca, que gobernaban o influían sobre la izquierda, pues había que armar al pueblo y vencer al militarismo.

En eso Largo Caballero coincidia con la Confederación. No establecimos ningún pacto, pero sí una colaboración franca, una corriente de simpatía. Continuaba aquella premisa de los Hermanos Proletarios de Asturias.
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Con la guerra es ya imposible la formación ideológica del militante cenetista. Nuestra gente se mete en cargos militares, civiles y ministeriales. La política y el autoritarismo, militar y marxista, se mezclan con el incipiente libertarismo. Hay héroes, sí, personas capaces de todos los sacrificios. Pero el nuevo país confederal se aleja...

La República fue un fracaso. Nosotros nos movíamos en el ambiente del obrero industrial. Pero en el campo fue lo mismo. El Gobierno hipotecaba las tierras de los grandes terratenientes, yermas o dedicdas a la cría de toros, y las destinaba al campesino según su volumen familiar. Le hacía empréstitos. Si en seguida tenía que pagar contribución, al propietario tenía que comenzar a indemnizarlo a partir de los cinco años. Es decir: duante el quinquenio incial era deudor del Gobierno, y si conseguía saldar esta deuda, cosa difícil, se encontraba luego con la del terrateniente.

Pero todo esto no llegó a sustanciarse siquiera. No hubo tiempo. Ni ganas. Además, todo el mundo sabe que una tierra virgen al principio ser tratada, aplanda, arada. Mucho trabajo y ningún rendimiento. No, la Reforma Agraria fue otro nadar entre dos aguas.

Y las 44 horas semanales ya las habíamos ganado. Incluso había oficios que estaban en las 42. Y el sábado no trabajabamos. La legislación laboral de la República, como en su tiempo la de Dato, vino a formalizar situaciones de hecho ganadas a pulso por el obrero.

Mientros los unos se preparaban para subvertir el ordén público y nosotros el ordén social de España, la CNT inaugura el primero de mayor de 1936 su Congreso Confederal en Zaragoza. Desde nuestro punto de vista, se trara de un debate prerrevolucionario. Con este motivo, Peiró vuelve a la organización.

Allí, en lugar de plantearnos, como en otros congresos, problemas de reivindicaciones parciales, se hicieron una propuestas eminentemente constructivas en el sentido de provocar la implantación de un nuevo estado social. Y después, partiendo del supuesto de un triunfo, preparar la sucesión del régimen burgués declarando la moralidad anarquista, a la vez que adaptándola a la manera de ser y vivir de la sociedad del momento."

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