lunes, 15 de febrero de 2016

Algunas consideraciones sobre el terrorismo, los medios comunicación y la vida.


El terrorismo (como violencia planificada) antes que nada lo funda el Estado moderno como ente de poder mayoritario, por ejemplo con sus instituciones represivas como la policía o el ejército. Si hacemos un repaso a la historia vemos como también el cristianismo o su máxima institución representada por la Iglesia Católica a través de la Inquisición cometió todo tipo de atrocidades a los que consideraba sus enemigos, véase torturas y asesinatos.
Cuando el terrorismo ha sido utilizado por grupos minoritarios en oposición a los mayoritarios ya sea como defensa o para conquistar cuotas de poder ha sido entre otras causas porque no le quedaban alternativas de lucha o no sabían como enfrentarse de otras forma al poder opresor, véase por ejemplo el anarquismo, cuando mataba a reyes o presidentes.
Y si profundizamos un poco más, vemos que el terrorismo es un fenómeno que existe como tal en la sociedad moderna ya sea de forma más velada e indirecta, en su forma más subliminal, por ejemplo en las relaciones interpersonales.
También se podría decir de otra manera, el Estado moderno es quién propicia y gestiona el terrorismo en la sociedad, para ser después el garante de la seguridad y de la justicia.
El Estado moderno funda el terrorismo para consolidar su poder como institución de instituciones que organiza a la sociedad, como el Estado fue posterior a la sociedad, se creó a través de una élite de poder que instaura la violencia como método de control y dominio hacia el resto de la sociedad o en nuestro caso a una gran mayoría desposeída de herramientas para contrarrestar la fuerza de la minoría opresora.
De todos modos y aunque en tribus primitivas se dieran conflictos (violencia espontánea) entre sus individuos que provocasen muertes por alguna disputa, no se podría comparar de ninguna manera con el terrorismo del Estado moderno como violencia estructurada y planificada y como herramienta de control y coerción social que somete a sus súbitos a todos los niveles: económico, social y político.

Cuando el análisis sobre una cuestión no es lo suficientemente holístico y por contra tiende a la parcialidad, éste se hace subjetivo al receptor, con lo cual la percepción de la realidad queda distorsionada y la verdad de lo hechos puede ser moldeada y por lo tanto falseada por el medio que emite la información.

La vida no deja de ser absurda cuando se convierte en una lucha constante por la supervivencia.

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