viernes, 15 de enero de 2016
El comunismo libertario y otras proclamas insurreccionales - Isaac Puente
El pensamiento subversivo de Isaac Puente.
Esbozo de una sociedad comunista-libertaria
Esta se asienta sobre el individuo guardando celosamente su indepen-
dencia. Tiene todos los derechos, porque ninguna Constitución, ni nin-
gún código se los garantiza. Se asociará con los demás, porque el hom-
bre es por naturaleza un ser sociable y porque encontrará ventajas en la
vida colectiva. Aisladamente ningún individuo puede producir cuanto
necesita, ni bastarse a sí propio. Robinson lo fue a la fuerza. El hombre
quiere libertarse del trabajo, que siempre se ha hecho gravitar sobre el
esclavo. El esclavo moderno debe ser la máquina. El trabajo en común
es menos desagradable, más llevadero que el trabajo aislado; se acepta
mejor, porque nadie se libra de él; produce más porque se completan las
aptitudes y se neutralizan las deficiencias.
El hombre se asocia libremente, porque lo hace por estimulo pro-
pio, con quienes tiene a bien hacerlo: para producir lo necesario; para
deliberar sobre asuntos que son comunes; para desplegar actividades
educativas, o culturales; para desarrollar empresas de iniciativa de cual-
quier orden.
Cuantas más cosas, tengan o disfruten en común, tanta mayor
será la unión entre los individuos. Por tener la misma residencia, las
mismas tierras y riquezas naturales, y por compartir necesidades idén-
ticas, se asociarán los hombres con la intimidad que da la diaria con-
vivencia, en cada localidad, constituyendo el municipio o la Comuna
libre, que tiene su expresión colectiva en la Asamblea, en la reunión
general, en la que todos tienen la misma voz y las mismas prerrogati-
vas, donde se exponen las opiniones y se sopesan los pareceres. Es ésta
una institución espontánea, y arraigada, común a todos los pueblos, a
pesar del desfiguramiento impuesto en ella por la política y por la
intromisión del Estado. Así como dentro de la Comuna, cada indivi-
duo conserva su independencia y su autonomía para ordenar a su
antojo, lo que a él exclusivamente le compete, la localidad se federa
con otras, conforme a la misma exigencia vital, y a la misma necesidad
sentida, sin necesidad de ninguna coacción que lo imponga, y conser-
va también, porque ningún poder extraño lo compromete su autono-
mía y su independencia local. Así se constituyen las provincias o las
confederaciones comarcales y regionales, impuestas en primer lugar
por imperativos económicos: para la producción de los artículos de
primera necesidad y para la distribución de los mismos.
La asociación local neutraliza las desigualdades humanas, compen-
sando al perezoso con el activo, al fuerte con el débil, y al comilón con
el sobrio, haciendo posible la generalización de un tipo de bienestar
medio dentro de cada localidad. La federación de las localidades repara
con el aporte abundante de unas localidades, la escasez o penuria de
otras, generalizando en la nación un tipo medio de bienestar, sin las
desigualdades impuestas por el terreno o por el clima.
Otro poderoso impulso asociativo es la identidad de trabajo, la co-
munidad de oficio y de preocupaciones profesionales, que es lo que hoy
constituye los Sindicatos. Dentro de las ciudades de nutrida población,
la asociación local estará formada por agrupaciones menores de indus-
tria, ramo u oficio, que serán importantes en la ordenación colectiva de
la economía.
Para que asocie el hombre, y para que se entienda entre sí, y para
que labore de modo concertado en un bienestar general, del que el indi-
viduo ha de participar ventajosamente no es menester la presión de una
autoridad; ni la sanción de un Código. Como no es preciso un Código
Internacional, para que todas las naciones cooperaran al salvamento de
la expedición de Nobile, perdida en el Polo Norte, ni es preciso que una
ley lo imponga para que un ser se arroje al agua exponiendo su vida,
para salvar a otro ser al que ni siquiera conoce.
La sociedad humana es posible, porque el hombre es un animal
sociable. El Estado no es más que una verruga sobrepuesta que se puede
amputar sin que ocurra ningún cataclismo, y produciendo un alivio
inimaginable a la sociedad que la padece. Si el hombre es accesible a la
persuasión, no hay porqué imponerle la violencia. La violencia sólo es
precisa cuando la razón no cuenta, y cuando como ahora, es menester
que unos se conformen a trabajar para que otros disfruten y unos re-
nuncien a todo, para que otros no carezcan de nada.
Las leyes -lo reconocen ya hasta los que las gozan-, no hacen cos-
tumbres.
Es al revés, son las costumbres las que por el reconocimiento
tácito cobran fuerza de leyes. Pasa con esto, lo que con la salud del
hombre. Hoy, ante un ejemplar de labriego que vive sano a los ochenta
años, sin haber necesitado del médico, nadie pretenderá que la Medici-
na es la garantía de la salud, pero en cuanto con el paso de los años, y a
juzgar por el camino que llevamos, la Sanidad se haya inmiscuido en
todos nuestros actos, se llegará a decir que los hombres viven sanos
gracias a los cuidados solícitos de los médicos.
Una sociedad espontáneamente formada, a partir del individuo li-
bre y dispuesto a defender a tiros su independencia de cualquier ace-
chanza autoritaria, pero dispuesto, también, y en esto no hay contradic-
ción, a posponerla ante la conveniencia colectiva. No hay contradicción,
como no la hay entre los instintos más arraigados en el hombre, entre el
egoísmo que es el instinto de conservación del individuo, y el altruismo,
que es el instinto de conservación de la especie. Es precisamente el egoís-
mo el que nos hace ser sociables, cuando se ve amparado en la colectivi-
dad, y el altruismo el que ahora nos hace insurgirnos contra la sociedad
capitalista.
Propasarme a decir cómo será la nueva sociedad sería alardear de
una imaginación novelesca que no tengo, o trazar un cauce a la libre
organización de la vida, cosa que no puedo pretender como anarquista,
respetuoso con la espontaneidad y la libre iniciativa. Como se dice del
niño, por los pedagogos respetuosos con su personalidad, la sociedad
anárquica será lo que deba ser si cuidamos de evitar que se malogre.
España, que parece ser la nación más preparada para comenzar a
vivir el Comunismo libertario, se dispone, a predicar con el ejemplo.
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