martes, 12 de mayo de 2015

En busca de chivos expiatorios.





No cabe duda que la capacidad de auto-engaño del ser humano es inmensa, el pensamiento como tal es utilizado por éste para justificarse de las mil y una formas posibles. Siempre encontraremos a alguien a quién echarle la culpa de nuestras desgracias o del funcionamiento del sistema en general o algún motivo que nos dé una razón de peso en la que podamos legitimar de algún modo u otro nuestra conducta y también exculparnos de lo sucede en nuestro entorno más cercano y más lejano.

Una de las causas con la que nos auto-engañamos permanentemente es la corrupción o falta de ética y moral que existe a todos los niveles en la sociedad en la que vivimos.

Podríamos decir que la sociedad ve con buenos ojos una cierta falta de valores como la sinceridad, la honestidad, la humildad, la benevolencia y por el contrario está bien vista la hipocresía, el engaño, la avaricia, lo rimbombante y cierta dosis de maldad que muchos confunden y lo asocian con carácter, eufemismo que denota corrupción en mayor o menor grado en la personas.

No obstante, si la corrupción de la sociedad es generalizada, el hombre medio tendrá todas las facilidades para encontrar chivos expiatorios, cuando se halla el “malo de la película” se entra en un circulo vicioso del que uno no puede salirse, todo el sentido común y la lógica que proporciona el entendimiento se pierden en esta justificación de la conducta y la posible solución al problema en cuestión, se difumina por el propio pensamiento que rechaza de plano su participación y responsabilidad en mayor o menor medida como parte del problema.

He aquí el quid de la cuestión, una tendencia permanente en hallar el culpable y otra en la huida de la responsabilidad como parte integrante de la sociedad, de esta forma se hace imposible una revolución necesaria que cambiaría de forma bastante radical cuando menos el sistema, en el que el individuo al estar atomizado, es decir divido, no se siente parte integral de la sociedad y no puede participar en el desarrollo de la misma, por ese motivo tiene que ser gobernado, sometido y manipulado por un tercero, a la vez que degradado tiene legitimidad para someter y degradar a otro semejante, un sistema que se retroalimenta por la consecución de la voluntad de poder en el hombre y por su incapacidad y frustración para desenvolverse como ser autónomo e independiente, es decir, como un ser humano libre.

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