martes, 1 de octubre de 2013
El Estado como gestor de la corrupción en las sociedades.
El Estado dispone de medios para el control de la sociedad en general, la tecnología en estas dos últimas décadas (telefonía e internet), por poner algunos ejemplos suponen un poder nunca antes visto para inspeccionar y dominar los movimientos del ciudadano, y en último extremo si fuera necesario para su intervención, en el caso de disidentes que suponen un peligro para el sistema.
Esto nos da una idea del dominio que ejerce sobre sus súbditos el Estado que también es capaz de anticiparse de alguna manera a sus futuros movimientos, es decir, saber que tienen en mente o cuáles son sus pensamientos.
La estrategia que desarrollan o desarrollarán los especialistas que trabajan para la oligarquía del Estado viene o vendrá determinada por el pensamiento impuesto por la propaganda (intereses de la élite de Estado) que modificará la voluntad de la gran parte del pueblo.
Los elementos disidentes que no están de acuerdo con las normas impuestas por el Estado-élite quedan atrapados por el sistema dominante y en constante vigilancia por éste, esto significa en gran medida el control absoluto de la sociedad en general.
Una de las estrategias utilizadas por el Estado es la corrupción en mayor o menor medida de la gran mayoría de sus súbditos, determinada por la imposición de cierto tipo de propaganda que ejerce el poder sobre los medios de comunicación.
Esta propaganda dictada por el Estado de diversa índole y temática provoca en el hombre una serie de trastornos psicológicos que acaban modificando su conducta, se trata al fin y al cabo de corromper el pensamiento del hombre para destruir su capacidad lógica de razonamiento o sentido común entre otras cosas, esto se lleva a cabo para mantener y reforzar el poder de las oligarquías sobre sus respectivas sociedades.
La capacidad de las sociedades para asimilar la corrupción viene determinada por su carácter colectivo y a fin de cuentas por su forma de pensamiento impuesto, que sirve y servirá a las élites para establecer su dominio a partir del grado de corruptibilidad de cada sociedad a gobernar.
Intervienen en el grado de corruptibilidad, factores históricos, sociológicos, psicológicos y propagandísticos entre otros.
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