¿Un loco terrorista o un hombre incómodo para el régimen?
Se podrá discutir o especular largamente sobre la participación o no
de Ramon Vila en el suceso de la collada de Toses. Lo que es innegable
es que la repercusión del hecho fue extraordinaria en los medios de
información franceses, pero también en la vida del guerrillero, que no
pudo dejar de sentirse afectado por la acusación y por las ordenes dadas
de busca y captura, las cuales limitaron sus pasos y hicieron más
necesaria la intervención de sus amigos o protectores mas directos. Para
la organización a la que pertenecía, su estancia en Francia no era
tampoco demasiado cómoda – ya que la represión de las autoridades
francesas podía extenderse entre los refugiados -, y por esto parece que
alguien le ofreció medios para que emigrase a América. Él rechazó la
oferta, porque entendía que allí no se le había perdido nada.
Desde 1953, explícitamente, la organización confederal consideró
inadecuada la táctica de enviar hombres de acción en el interior, ya que
la experiencia había demostrado que se exponían a una muerte segura i
estéril. César M. Lorenzo escribe “El periodo que va desde 1954 a 1960
fue el más sombrío de toda la historia de la CNT. Asqueados de sus
propios descarriamientos, agotados por largos años de prisión, vigilados
por la policía, ávidos de un poco de reposo, los militantes del
interior se retiraron uno a uno del combate”.
Este no fue el caso de Ramón Vila, Quico Sabaté, Josep Lluís
Facerías y los hombres de acción que estuvieron dispuestos a proseguir
la lucha hasta dar o perder la vida por el ideal.
“Entre los burócratas De Tolouse y los quiméricos integrantes de los
Comités naciones de Madrid, los hombres de acción preferían el acto
desesperado, que inevitablemente terminaba en el gesto del hombre que
cae abatido por las balas traidoras del policía o guardia civil”.
Efectivamente, Facerías cayó en Barcelona en agosto de 1957, y Sabaté
fue asesinado en Sant Celoni en enero de 1960.
Los dirigentes de la CNT, contrarios a la insistencia de las acciones
armadas, desautorizaron la actividad individual de Facerías y Sabaté, y
encargaron también a Marcel.li Massana , retirado de la lucha desde
1951, después que hubiera tenido un incidente con la gendarmería
francesa en Couflens (1950) y otros problemas con la organización, que
convenciera a Ramón Vila para que dejara las armas y la lucha solitaria.
El mismo testimonio de Marcel.li Massana lo recogió Josep M. Reguant:
“Su postrer intento de atraerse a Ramón Vila para ofrecerle una vida
apacible y sin sobresaltos, tan distinta a lo que fue la suya, fracasó.
Ramón merodeaba por los alrededores de Padres y la falda del Canigó,
haciendo repetidas incursiones al Berguedà y Bages, en cuyas comarcas
anualmente y durante los meses de verano saboteaba las líneas de alta
tensión, volando sus torretas. Tolouse intentó en vano encontrar un
interlocutor válido capaz de hacerle desistir de su empeño,
considerándole estéril. Massana, que residía en la capital del Sena, fue
requerido para tal menester al que no se presto en sus justos términos.
Lo que si aceptó fue un contacto con su amigo y compañero de infancia y
avatares. Para Vila, sólo Marcelino resulto embajador aceptado ya que
había rechazado a cuantos otros le habían propuesto. Massana pretendía
que Ramón le acompañara, para discutir sosegadamente. Vila insistió
durante el contacto que “Pancho” (Massana) se quedara con él. La reunión
se celebro en la casa de un compañero, en la zona norte de Prades.
Transcurría el año 1959. No hubo acuerdo, ni tan siquiera una remota
posibilidad del mismo. Fue la última vez que se vieron”
Ramon Vila no quiso claudicar, pero desde 1953 las salidas al
Berguedà y al Bages tuvieron que reducirse para evitar el peligro de ser
detenido. Entonces Ramon Vila casi no se hablaba y se veía con nadie, y
la única salida posible que tenía era la de continuar la lucha hasta
la muerte.
“La gente como él – afirma Téllez- ya no podían abandonar, porque el
hecho es que ya no tenían tan solo como enemigos a las autoridades
españolas, sino también las tenían en las francesas” ¿Cuál era su
camino? Pues continuar la lucha hasta que lo matasen, evidentemente”.
Asumió, entonces, deliberadamente el peligro como un suicidio a
plazo. Vivía, miserablemente, en una vivienda humilde que le servía de
refugio, cercano a Prada de Conflent, pero estaba desconectado de los
dirigentes de la organización. Los amigos que, de tanto en tanto, tenían
contacto o lo veían casualmente, explicaban que se alimentaba de
patatas y de legumbres que el mismo conreaba en un huerto invadido por
los hierbajos.
En invierno quedaba incomunicado totalmente, pero – después de la
temporada de frío- realizaba algunos movimientos y se lo veía fugazmente
en Tolosa de Llenguadoc. El instinto para seguir la lucha en el medio
conocido no se detuvo, sobretodo al llegar el buen tiempo.
Entre los años 1953 y 1960, la documentación de las fuerzas
represivas no anotó ninguna acción de su estilo. El 8 de febrero de
1961, fueron voladas unas conducciones eléctricas en Rajadell, cerca de
Manresa. Es muy probable que Ramon Vila estuviera complicado y que,
durante un tiempo, se moviera por la comarca del Bages, ya que las
fuerzas del orden público encontraron papeles – restos de papel para
envolver alimentos que contenían frases y operaciones matemáticas que
coincidían con las inscripciones de la libreta que Ramon llevaba encima
en el momento en que murió. Concretamente, los papeles reunidos eran un
pequeño trozo de papel que utilizaba para envolver la bombilla de
recambio de una linterna francesa, localizado cerca de las torretas
voladas, y un trozo más grande de papel de estraza que habría servido
para guarda alimentos y que apareció cerca del Pla de Vilamajor, donde
se registro un nuevo incidente. En uno de estos papeles se podían leer
las frases inacabadas: “Distinguido [sic] amigo”. ”Compañero Rasputin”,
“Puede que pronto estaremos de buelta [sic] como hera [sic] de esperar.
Todo marcha a la perfección”, “Compañero salud”.
Durante aquellos días, efectivamente, los habitantes de can General
Gros, una masía del Pla de Vilamajor, de la Rabeia, en la zona de
Balsareny, notaron que alguien, de noche, les quitaba pequeñas
cantidades del vino de la bodega situado en la zona trasera de la casa.
El 6 de marzo de 1961, a la 1:30 de la mañana , el ladrón entro en el
lugar y fue descubierto por los jóvenes de la casa, los hermanos Ramon y
Àngel Escudé, los que habían preparado una trampa y hecho guardia para
poder atraparlo, a instancias de Alfonso Sansa Corominas, vecino de la
casa y excombatiente. Se pensaron que se trataba de un simple vagabundo y
empezaron a golpearlo con los palos con los que se habían armado para
la vigilancia. No obstante el acontecimiento, el ladrón –descrito como
un hombre alto, muy fuerte, de unos 50 años que vestía un chaquetón de
paño con cinturón- se escapó y, cuando Sansa le salió al paso para
agarrarlo, se giró de golpe y lo hirió, mortalmente. Alfons Sansa murió
tres días después , en la clínica Sant Josep de Manresa. “El misterioso
asesino, ocultó el rostro bajo el pasamontañas y las solapas de una
gruesa pelliza”. En la huida perdió 3 cantimploras ( dos de procedencia
francesa y una similar a la del ejército), un cuchillo, una sierra y dos
cartuchos de revólver Colt americano del calibre 45. Las batidas
realizadas por las cercanías permitieron descubrir diversas huellas:
restos de comida y de fuegos en el suelo, lo que quería decir que el
autor o los autores habían acampado a una distancia de 2 o 3 kilómetros.
En el momento de la muerte de Ramon Vila aun no se había descubierto
el autor del robatorio y el homicidio. Pero para el periodista de
sucesos Enrique Rubio no había duda: “Las ropas que vestía aquel
forajido; las cantimploras de plástico… El que llevara armas hicieron
pensar a la Guardia Civil, y a todos nosotros que “Caraquemada” o algún
otro bandolero andaban por la zona y eran los que venían suministrándose
alimentos y vinos, con la ayuda de esas llaves que ya hemos visto
llevaba Ramon Vila Capdevila, al ser capturado por la Benemérita en esta
última acción subersiva”
Extraido de: "Ramon Vila, el darrer maqui català" Josep Clara
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